“Para mí no hay como la Isla”

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Historias de vida. De origen vasco y parte de una de las familias pioneras de las Islas del Delta, Margarita Iregui nació en el Paraná de Las Palmas hace 95 años, y con sus papás y sus cuatro hermanos se mudaron en 1921 a las Islas de Entre Ríos en donde vivió hasta que se casó a los 29 años. Su familia se dedicaba a la producción de mimbre y “Margara”, como le decían, era la responsable de atender el almacén “Don Braulio”, que tenía además una estafeta postal. El almacén era un espacio de articulación entre los vecinos y ejercía incluso tareas sociales y administrativas. Margarita nos cuenta cómo fue su vida en la Isla, su deseo de ser maestra, el almacén y la estafeta y cómo se producía el mimbre.

 

Cuénteme un poco su historia ¿Usted nació en las Islas? – “Llegamos en 1921 al Río Gutiérrez (Islas de Entre Ríos), veníamos del Paraná de Las Palmas. Mi papá trabajaba en la cosechadora. Tenía una hermana que tenía una cosechadora en Blaquier y entonces lo llamaban a él, y él hacía el trabajo y después del Paraná de las Palmas, fuimos al Arroyo La Serna (2da. Sección de Islas de San Fernando). Ahí mi papá estuvo trabajando de quintero con Mayans, y después nos fuimos para el (Río) Gutiérrez. Yo tendría 10 años”.

¿Y cómo era la vida por aquellos años en la Isla? – “La vida era muy linda, para mí no hay como la isla. Cuando llegamos en el año 21, ahí no había mucha gente y casi todos eran nutrieros (cazadores de nutrias). Después se fue poblando. Mi papá empezó a hacer propaganda de la venta de nutrias y en casa vendían las nutrias y los cueros, y se fue trabajando con eso. Vendían las nutrias en el almacén, venía gente de todos lados, de otros arroyos. Y eran lindas nutrias…, las mejores nutrias de la zona eran las de él. Yo todavía tengo un tapado de nutrias del Río Gutiérrez”.

¿Y tenían un almacén? – “Teníamos el almacén y la estafeta del correo. Actualmente yo estoy jubilada del correo. Yo atendía el almacén, y muchas veces me ayudaba mi mamá, porque mis hermanos y mi papá trabajaban en el mimbre. Nos repartíamos el trabajo. Cuando tenía como diez años no sabía leer ni escribir”.

 

El deseo frustrado de ser maestra

¿No había escuelas allá? – “No, no había. Indios había nada más, no había nada. Y a mí me llevó un tal Francisco Salvo, que es padrino mío de bautismo y me anotó en la Escuela Nº 7 (de San Fernando) y fui aprendiendo, y fui una buena alumna. La Escuela estaba en 3 de Febrero y Colón, y después se pasó a 11 de Septiembre (Juan D. Perón)”.

¿Usted se quedaba en la ciudad toda la semana? – “Yo me quedaba toda la semana, todo el mes y todo el año, porque era lejos para venir de allá a acá, y me quedaba en la casa de mi padrino. En verano, volvíamos todos a la Isla por un mes, y así todos los años hasta que yo tuve diez, once años, y resulta que había una maestra (de nombre) Vaccarezza, que quería que yo fuera maestra como ella porque me veía buenas condiciones, y yo estaba contenta porque quería ser maestra. Vaccarezza me dijo: “le dices a Salvo que yo te enseño lo que te falta, te preparo y él no tiene nada más que tenerte, como te tiene ahora”. Fui contenta, creyendo que ya era maestra, y le conté a Salvo, y él me dijo: “no, las maestras no, porque son unas locas”, y me dejó cortada…”.

¿Qué pasó luego? – “Vinieron las otras vacaciones y fuimos a la casa de mi papá y entonces, cuando ya teníamos que regresar para ir a la Escuela, yo dije: “no, yo no voy, porque yo quiero ser maestra y si no puedo ahí, no voy. Salvo me dijo: “cuando seas más grande, podes estudiar…” y yo le respondí: “no, o ahora o nunca”. Y bueno, no fui. Cabeza dura, vasca…”.

¿Y ya no volvió más a la escuela? – “No, no volví más a ninguna escuela. Pero aprendí a leer y a escribir porque era la primera en todo. La maestra Arresi de Vacarezza quería sí o sí que yo fuera maestra pero Salvo se opuso. Desde entonces que no nos vemos con Salvo y después quiso que su hija fuera maestra pero la hija no aprobó ni una materia. Fue como un castigo…”.

 

El almacén y la estafeta postal

¿Entonces se quedó en la Isla y se dedicó al almacén? – “Sí, hacía todo yo. Llegaba la mercadería con el vapor “Tutino” que venía del Canal de San Fernando, era un fletero y repartía la mercadería. Descargaba la mercadería en el muelle, y la que era pesada, la hacía cargar con un peón, y las demás las llevaba yo. También venían otros barcos como “La Polonia”, “Chingolo”, “La Esperanza”, “Ñato”, “Palomita” y otros”.

¿Vendían toda clase de mercadería? – “Sí, todo comestible: porotos, fideos, garbanzos, harina de maíz, alpiste, galletitas, pan, caramelos, chocolates, vino, caña y toda clase de bebidas y nunca tuvimos un lío…Nunca tuvimos la intervención de un policía. La gente venía a comprar en botes, en lanchones. La gente iba contenta”.

¿Y también funcionaba la estafeta (oficina de correo) en el almacén? – “Una lancha cargaba la correspondencia de todos y paraba en casa, pero repartía las cartas que le quedaban a mano, y el resto quedaban en la estafeta que estaba en mi casa. Entonces, después salía mi hermano con el reparto de mercadería y llevaba el resto de las cartas. Nunca hubo un problema. Después venían los vecinos y me decían: “Margarita, ¿me puede hacer esta carta?” Y les escribía las cartas, y hacía los pedidos de zapatos y de anillos de casamiento. ¡Uhhhh, sí habré hecho pedidos…!”.

¿O sea que Usted hacía los pedidos de los anillos? – “Mandaban el valor declarado con el dinero, y entonces se mandaba la mercadería que ellos habían pedido. El pedido se hacía directamente a la “Casa Escasany” de Buenos Aires (histórica casa de orfebres, ubicada en Rivadavia y Perú, que estuvo presente durante todo el siglo XX y vendiendo por catálogo llegaba a las familias más humildes como a las más adineradas). El pedido llegaba a mi estafeta, y yo se lo entregaba al que lo había pedido. Estaba todo bien organizado. ¡Sí habré pedido anillos! También mandábamos los pedidos de tierras fiscales”.

Cuénteme eso de los pedidos de tierras – “La gente venía, buscaban un terreno en el mapa, se fijaban que no hubiera nadie ahí, y yo tenía unas copias de papeles que ellos completaban, y los mandaba a Paraná, y después venía la respuesta, y siempre decían que sí. Hice muchos pedidos, algunos te pagaban algo por el trabajo, otros no”.

 

La producción de mimbre

¿Cómo se inició su familia en la producción de mimbre? – “Cuando estábamos en el Río Gutiérrez, papá empezó con el mimbre. Él era el que conocía de la plantación de mimbre, él era el técnico. Entonces, llamó a unos isleños que había por ahí y les propuso plantar mimbre y aceptaron todos. Entonces papá plantó y yo también trabajé en el mimbre y mis hermanos, así que la cuadrilla era de la casa”.

¿Y cómo era trabajar con el mimbre? – “Para nosotros era muy lindo, divertido, tanto plantar como pelar, porque pelar es más delicado, pero no había problemas, y atábamos el mimbre con alambres. El mimbre se planta cada 90 cm. cada vara, y hay que aguadañarlo tres veces al año. En casa se cortaba todo y después se pelaba y se ataba en fardos de 10, 12 kg. Era blanco, blanco… ¡Qué cosa bonita! Y cuando llegaba el momento de vender, se vendía por arroba. Tantas arrobas a tantos pesos… Se vendía y quedaba el galpón vacío para el año siguiente”.

¿A quiénes les vendían? – “A Gralia Hermanos, a Migueles Vicente y otros de San Fernando. Ellos venían con el barco, se sacaba el mimbre del galpón, se lo ponía en una balanza grande, y se descargaba directamente de la balanza al barco, anotando las arrobas”.

¿Seleccionaban el mimbre? – “Cuando el mimbre se clasifica, se hace por tamaño. Tiene cinco clases, cinco alturas, y entonces, vos pelas y decís: una arroba, dos arrobas de 3m, de 4 m, de distintas medidas. La más chica era de un metro y medio y la más grande de más de 4 m. Era amarillo y colorado”.

¿Cuántas hectáreas de mimbre tenían? – “Teníamos 9 has de mimbre, se plantaba todos los años y llegamos a tener 30 has de mimbre. También había álamos, sauces, naranjas, limones”. (La quinta tenía 90 has en total)

¿Y se vivía bien con la cosecha del mimbre? – “Sí, el mejor ingreso que había allá en la Isla era el mimbre”.

¿Y qué era lo más lindo que recuerda en este momento de las Islas? – “Lo más lindo eran los partidos de bochas, se jugaban campeonatos con los vecinos…”.

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