“Patrón de primera y baqueano de río fue mi título”

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Carlos Aversso, el vecino centenario

Sus recuerdos se remontan a los años en que el Luján no tenía estacada y en Rincón de Milberg había una casa por manzana. Cumplirá 100 el 9 de diciembre.

 

Nació cuando la patria festejaba su primera centuria y en el año del Bicentenario será él quien apague las 100 velitas. Se llama Carlos Aversso, nació el 9 de diciembre de 1910 en la calle Colón, “ésa que después se llama Estrada”.

Hizo el primario en la escuela 3, pero llegó sólo a 3er. grado porque, confesó, “no me gustaba mucho la escuela”.

Lo que siempre le gustó fue el agua, quizás por eso su recuerdo más antiguo está relacionado con el río Luján: “Yo estaba en la costa y se dio vuelta un bote. Iban 4, yo salvé a 3; tenía 14 o 15 años”. Es decir que ya a esa edad, don Carlos había desarrollado grandes condiciones de nadador, que con el tiempo le darían muchas satisfacciones: fue profesor de natación y navegación de Prefectura; también director de ruta de Ernesto Pico, “un gran nadador, largó de Rosario y cuando llegó al Canal Arias, me dijo ‘levantame, Carlitos, que ya veo gallinas y chanchos volando’. También cruzamos juntos el Río de la Plata”. Y orgulloso dijo: “Patrón de primera y baqueano de río fue mi título”.

Como decimos en la actualidad, los padres de don Carlos tuvieron una familia numerosa: fueron 12 hermanos de los cuales sólo queda él, pero lo acompañan muchas anécdotas: “Mi hermano Agustín (quien fuera candidato a intendente) tenía criadero de chanchos. Un día se escapó uno que llegó a un circo que estaba sobre la Santa María. Un hijo mío salió corriendo detrás del chancho, entró al circo y se subió al chancho como si fuera un caballo, la gente lo aplaudía y a los días la gente gritaba ‘que salga el chancho’ porque creían que era parte de la función”.

No sólo estuvo relacionado con el agua como nadador, también arreglaba barcos: “Tenía un tallercito en el Club San Fernando, calafateaba, pintaba. Además le cuidaba el yate a Alfredo Sarnada, salíamos sábados y domingos”.

Casi por casualidad, ingresó a la Prefectura: “Un día me vieron sacar y tirar barcos al agua y me preguntaron si quería entrar como capataz en los talleres. Yo no quería, pero me dijeron el sueldo, 175 pesos, que en aquel entonces era plata y además los sábados y domingos podía salir con un barquito y eran otros 175, entonces acepté”. Actualmente está retirado y luce el título de Decano de la Prefectura.

También tuvo un camión en el que transportaba madera: “En la entrada del puerto había una casilla de madera que cobraba 50 centavos cuando salíamos cargados”. Otra casilla que recordó, estaba al lado del Tigre Club, “el dueño se llamaba San Román, era una fonda donde íbamos a comer”.

Uno de sus amigos fue Eugenio Ubieto, padre del recordado intendente, “tenía un almacén muy grande que surtía a todos los almaceneros, también a gente de la isla”.

Don Carlos vive en Rincón de Milberg, donde antes “las casas eran de madera o barro” y, aunque cuesta creerlo, su hija Marta agregó: “Antes Rincón era todo campo, había muchas quintas. Desde aquí veíamos la estación de Tigre. Nosotros teníamos vacas, gallinas, patos, nos divertíamos a lo loco”.

Marta, atenta a la narración de su padre, comentó que, de chica, para carnavales, iban al Club Unión Tigrense, donde los mayores bailaban al compás de las grandes orquestas. “He sido un gran nadador y un gran bailarín, también”, señaló don Carlos y Marta aseveró con la cabeza y acotó: “Yo bailaba tango con mi papá hasta no hace mucho”.

Para cerrar, su hija expresó: “Mis tías lo admiraban, porque él llegaba de la Prefectura y nos bañaba, nos cambiaba, se ponía a jugar con nosotros, como un padre moderno. Fue un excelente padre”.

El 9 de diciembre, seguramente muchas personas llamarán a Carlos Aversso para decirle “¡¡¡Feliz cumpleaños, Carlitos!!!”

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