Delta Terra, la reserva de la primera sección

La naturaleza como protagonista. Un proyecto ecoturístico con programas educativos y de divulgación. Cuenta con un centro de interpretación, un vivero, huerta orgánica y, próximamente, un centro de rescate de fauna silvestre. También se puede bajar del bote y tomar un café. Las escuelas concurren lunes y martes y el público general los fines de semana.

 

        Subirse a una lancha, en el puerto de frutos, rumbo a las islas, es el inicio de una inmersión en la naturaleza. Recorrer arroyos, observar plantas, casas, encontrarse con la lancha almacén, vislumbrar la vida isleña, son las posibilidades que se van dando antes de llegar a Delta Terra, una reserva privada, gestionada por particulares y la Fundación Félix de Azara.

        Antes de iniciar los posibles recorridos, un centro de interpretación ofrece al visitante información elemental sobre nuestro delta; réplicas de animalitos de la zona – “¡ninguna es un animal embalsamado!”, aseguran efusivamente – y también herramientas originales del pueblo guaraní, donadas por la Fundación Azara.

        No han olvidado a los escritores argentinos que, con una maraña verde como horizonte, escribieron, por ejemplo: “Uno piensa que los días de un árbol son todos iguales. Sobre todo si es un árbol viejo. No. Un día de un viejo árbol es un día del mundo”.

        Y, efectivamente, porque lo pequeño contiene lo mayor, en el recorrido por los senderos de la reserva se puede apreciar la flora autóctona y exótica, típica de la zona. En la caminata, autoguiada o con un atento guía, hay una consigna fundamental: no salirse de los terraplenes, no hacer ruidos, ser cuidadoso con los animales que puedan aparecer.

        “Hay muchas enredaderas que, en otoño/invierno, se secan y vuelven a surgir en primavera”, explicó Lucas, el guía. Sorpresivamente, apareció la mariposa que muchos ansían ver: la bandera argentina aleteó y se alejó, antes de salir de nuestra admiración. Más allá, un carpintero, un picaflor y en los bordes del terraplén, tomatillos, paja brava, rosa del bañado, ceibos, sauces criollos y, en un recodo, árboles intervenidos: “Antonia Guzmán quiso hacer un homenaje al pintor vasco Agustín Ibarrola, que pintó los árboles del Valle de Oma para salvarlos de la destrucción”. Se aclaró que la pintura utilizada es al agua.

        Como antiguamente el lugar era un vivero de plantas ornamentales, existen enormes azaleas y ligustros; en la actualidad, han armado otro vivero, en este caso de plantas nativas para ir reemplazando las exóticas, aunque Tino Lutteral – uno de los dueños del emprendimiento – destacó: “Hay que tener cuidado, porque algunas plantas ya son parte de la identidad isleña, como las azaleas”.

        No podía faltar, aunque aún embrionaria, una huerta orgánica, que tiene dos objetivos iniciales: ser parte de la visita educativa y abastecer el restaurant.

        Frente al problema generado por la venta ilegal de fauna silvestre, la Fundación Azara ideó un centro de rescate que se encuentra en ejecución: “Antes los zoológicos recibían fauna silvestre, ya no lo hacen, por eso la Fundación consideró que este espacio debía cumplir esa función social. Servirá para reinsertar animales y también para que la gente tome conciencia”, recalcó Tino.

        Justamente la toma de conciencia sobre la necesidad de cuidar, preservar y conservar los espacios naturales es uno de los objetivos básicos de los gestores de Delta Terra: “Nos preocupa mucho el aspecto de la conservación, por eso apostamos a que, para cuidar, hay que conocer. Aquí desarrollamos programas educativos, de ahí que tengamos un convenio con el Municipio de Tigre que va trayendo a las escuelas públicas. Queremos hacer lo mismo con el Municipio de San Fernando. Aún no llegamos a la 3era. edad, pero nos gustaría conversar con PAMI. Por otro parte, las empresas enseguida nos adoptaron porque éste es un lugar ideal para hacer convenciones o jornadas de capacitación”.

        Para finalizar, Tino explicitó: “Todo lo hacemos creyendo fervientemente en estos valores que van a ser cada vez más importantes”.

        Sin duda, conservar la naturaleza es muy importante, tanto en la isla como en el continente.

 

En La Pasionaria, un restaurant para paladares exigentes, el chef ecuatoriano Pedro Vivar busca “rescatar y respetar los productos locales, siempre de la mejor calidad y tratados con técnicas adecuadas”.

Pedro aseguró que “las verduras son de muy buena calidad y sabiéndolas trabajar, permiten crear una variedad de platos que, aunque siempre tengan el mismo ingrediente principal, no tienen por qué tener el mismo sabor, ya que un mismo producto puede servir para dar textura, sabor, color, sin ser el mismo concepto”.

Nos contó que los pancitos los hacen ellos mismos: “Al cerrar, la masa queda leudando y al otro día empieza el bollado. Hacemos distintos tipos de pan porque queremos dar variedad al cliente, ya que mucha gente regresa y se va contenta porque ve que siempre estamos innovando”. El sencillo dip de zanahoria con cebollitas acarameladas…amerita regresar.

Tienen opción para celíacos, obviamente para vegetarianos – las ensaladas son espectaculares – y para los más tradicionales, el clásico bife.

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