Si bien cada vez que se habla de bambú, se piensa en el Oriente, en todos los continentes – excepto Europa – crece esta gramínea.
Actualmente en el mundo entero hay gran interés por ella. En nuestro Delta, la conocida caña tacuara es una bambucea que tiene múltiples utilidades, pero “sólo se la usa para adornos”, dijo la Lic. Clara Peña, coordinadora del Área de Proyectos Sustentables para el Delta, de la Dirección Provincial de Islas.
“El gobernador Scioli quería que el Delta volviera a ser el polo productivo que fue hace años. Como el Delta es una región que hay que cuidar, se pensó en proyectos sustentables, así surgió la idea de trabajar sobre el bambú, que está en la zona hace más de 100 años. Aquí la gente le da utilidad, pero en otros países se utiliza aún más, obteniendo, incluso, mayores ganancias. Acá no se cuida el bambusal, porque se hace tala rasa y de eso se tira más de la mitad. Los que más ganan son los que venden las cañas, porque al cosechero se le paga muy mal y, a veces, el dueño del bambusal ni se entera o vende todo por dos mangos, porque le molesta. Pero no sabe que está perdiendo un recurso muy valioso”, sostuvo la Lic. Peña.
Para cambiar esta situación, Clara armó un proyecto sobre manejo de bambusales naturales. “Para hablar de plantaciones hay que hacer estudios de impacto ambiental y aunque nosotros hicimos parcelas de rendimiento y supervivencia, todavía hay que seguir investigando. Nuestra idea es cuidar lo que hay, por lo tanto enseñamos a manejar el bambusal, no hacer más la tala rasa porque eso disminuye el valor de la caña y además se pierde el recurso”.
Desde hace 8 años, Clara está estudiando esta especie y parte de su experiencia la hizo con el bambusal que hay en el jardín de la Dirección Provincial de Islas. “Primero se hace limpieza, despejando el bosque. Después se eligen las cañas maduras, dejando las verdes. Cada año la caña sale más gruesa, es decir que va desarrollando su máxima potencialidad, ya que tiene luz, nutrientes, no tiene competencia, tiene lugar para desarrollarse. Obviamente, cada especie tiene un grosor determinado y más de eso no se puede pedir, pero así manejadas dan el máximo”.
Todos estos conocimientos han sido transmitidos a los isleños en distintos talleres. “También enseñamos a hacer la cosecha; hay que cortarla en buena luna, mejor en menguante y, desde luego, con la maduración necesaria que varía según la especie”. Asimismo, han hecho talleres de brotes comestibles, de diseño (en conjunto con el Centro Metropolitano de Diseño), de estructuras simples, con Horacio Saleme, un arquitecto que trabaja en la Universidad de Tucumán, en Proyecto Bambú.
Entre el 24 y el 26 de abril, aprovechando la presencia en el país del arquitecto Emiliano Michelena Valcarcel, se dio un taller de construcción con bambú, en la Dirección de Islas.
“La idea es darle al isleño los conocimientos para que construya su casa con materiales naturales y no invada el Delta con materiales industriales que son caros de transportar y son contaminantes. Además queremos desterrar la idea que une a los materiales naturales con el rancho y la pobreza, por eso agregamos mucho diseño”, subrayó el arquitecto.
Como síntesis de su trabajo, Clara Peña elaboró un libro que se llama El bambú en el Delta bonaerense, de distribución gratuita; para el año próximo saldrá otro libro que tratará la construcción con tierra. “Vamos a caracterizar la tierra de la zona para que se sepa qué límites tiene, qué tipo de técnica se puede utilizar. Quedará la información a disposición de quien la necesite”.
“Ya está listo el camino para continuar con los estudios de plantación, lo que es muy importante para evitar problemas. La caña es invasiva, pero en el Delta nunca lo fue porque el río y los pantanos naturales la limitan. Además, las especies peligrosas son aquellas que tienen semillas, porque los pájaros las comen y después las diseminan por todos lados, como pasó con el ligustro y la zarzamora. Sé que el estudio ambiental va a dar positivo, porque la reproducción del bambú es difícil y además hay muchas especies no invasoras. Según las opciones que se quieran desarrollar, será el bambú que se elija para plantar”.
Construir natural
Cuando los antepasados de los seres humanos bajaron de los árboles, tuvieron que procurarse reparo de otra manera. Comenzaron a mirar, entonces, a su alrededor y así surgieron las casas de adobe, cáñamo, bambú, palma, ramas, piedras, huesos, madera. Es decir que la arquitectura comenzó haciendo uso de materiales naturales. Con inteligencia, los hombres desarrollaron técnicas constructivas sencillas y también sofisticadas y todas con nulo impacto ambiental ya que, al dejar de usarse la vivienda, el material se reintegra a la naturaleza.
“En todo el mundo los materiales naturales se están considerando mucho. En Inglaterra se cambió la ley para incentivar el trabajo con materiales que, por un lado, tengan poca huella de dióxido de carbono y, por otro, sean fáciles de reintegrar al sistema biológico una vez desmantelado el edificio. Se les está dando mucho dinero a las universidades para que investiguen sobre estos materiales”, comentó el arquitecto Emiliano Michelena Valcarcel.
Los alemanes, campeones del reciclado, también están trabajando en el tema: “Se investiga sobre cáñamo, sobre fardos de paja, sobre bambú, que, como en Europa no hay, están interesados en ver cuál pueden importar”. Mientras que en Alemania ya se venden ladrillos de tierra, en Italia se vende la mezcla de tierra y “se está empezando a construir con fardos de paja, una tradición muy antigua. Muchas personas que habían empezado a desmantelar sus máquinas de hacer fardos, han decidido rearmarlas y están retomando la venta de fardos de paja para los arquitectos que están construyendo con esta técnica”.
¿Qué pasa en Argentina? – “Si bien aquí hay condiciones geográficas y climáticas para trabajar con estos materiales, hay cuestiones políticas, institucionales que hacen que, todavía, no funcionen. Aún así, la Facultad de Arquitectura tiene un grupo que trabaja con tierra que es muy bueno y en la Universidad de Tucumán se trabaja muy bien con bambú”.
En general, uno de los problemas que surge ante la opción de utilizar materiales naturales es la certificación. “En todo el mundo pasa lo mismo: estos materiales están fuera de la norma, porque las pruebas las pueden pagar las grandes empresas que producen los materiales industrializados. Entonces nos encontramos con un material que acaba de salir al mercado y no se sabe cómo va a funcionar, pero ya está tipificado; en cambio, hay materiales que históricamente se vienen usando y demostrando sus condiciones de sustentabilidad, durabilidad, etc. y no están regularizados ni normatizados”. Y Emiliano aclaró: “Estos materiales tienen muchísima variación, a diferencia de un material industrializado, producido en serie; por ejemplo cada ladrillo de hormigón funciona de la misma manera, en cambio, con la tierra o el bambú, cada muestra es única en sí misma, porque ningún bambú es idéntico al otro”.
Emiliano se está especializando en Turín, Italia, donde forma parte del Doctorado de Innovaciones Tecnológicas para el Ambiente Construido: “En general se dedica a grandes temas de ingeniería, pero tiene un apartado sobre construcciones con materiales naturales poco elaborados. Ahí hacemos proyectos y manuales de autoconstrucción para instituciones que lo piden; trabajamos con los padres salesianos de Turín; también trabajamos con Perú, con Brasil”. Interesado por las tecnologías en tierra realizadas en el Delta, estuvo recorriendo la zona con Clara Peña: “Me sorprendió ver casas que posiblemente sean anteriores a la década del 30 y están habitadas en perfecto estado; algunas están deterioradas por el abandono, no por el material en sí. A otras las están recuperando, sacando el material original y poniendo ladrillos huecos que compran en continente. En realidad las prestaciones de la tierra son mucho mejores en cuanto al control de la humedad, por ejemplo”.
El uso de materiales naturales tiene un encanto adicional: la autoconstrucción. “Cuando la construcción se industrializó 100×100, se perdió la relación entre la persona que va a vivir en el lugar y los materiales. Ser parte del proceso de construcción es una satisfacción porque uno decide el propio hábitat donde quiere vivir. En este caso se necesita una mano de obra cuidadosa y quizás aquí esté la diferencia con los materiales industriales, pero, finalmente, las prestaciones son muy superiores”.
Efectivamente, no sólo se abaratan costos, sino que cada material ofrece un beneficio especial: “El bambú es muy liviano y tiene una resistencia mecánica enorme; la tierra regula muy bien la temperatura y la humedad, es un aislante término y sonoro, tiene alta resistencia al fuego; del cáñamo (interior de la planta de cannabis, de la misma familia que la marihuana, pero es otra planta; se produce en Italia, Francia, Inglaterra, USA) se produce una fibra – utilizada para el cuerito de la canilla o para hacer la base de las alpargatas – que se tritura, se le ponen aditivos y se construye un ladrillo que es muy aislante y, a la vez, tiene mucha inercia térmica, es decir que puede retener calor y después liberarlo, entonces es bueno para climas fríos porque es aislante y también para climas cálidos porque absorbe el calor y, a la noche, si refresca, larga el calor que mantuvo retenido durante el día. Ahora hay materiales industrializados, costosísimos, que intentan imitar esta característica”.
El arquitecto Michelena Valcarcel aclaró: “No somos fundamentalistas, creemos que se pueden combinar materiales, por eso en el taller enseñamos que el bambú no hay que ponerle en tierra porque se pudre, nosotros hicimos una base de cemento y trabajamos con uniones metálicas. Sí queremos que la gente tenga una opción más y que recupere el conocimiento que se perdió, porque mucha gente no construye con estos sistemas porque ya no sabe cómo hacerlo”.
Para los que no hayan podido ir al taller de construcción con bambú, estén atentos que próximamente habrá uno sobre adobe y técnica de entramado; además, el año próximo estarán listos los manuales de autoconstrucción. Mientras tanto, quienes quieran comunicarse con la Lic. Clara Peña, pueden hacerlo en la Dirección de Islas (Lavalle 733, Tigre) y con el Arq. Emiliano Michelena Valcarcel en emiliano.michelena@polito.it
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