El cine como documento

Un trabajador de la cámara, Miguel Mirra. Estudió cine en la Escuela de Avellaneda, “casi por casualidad”, filma sin interrupción desde el 84, es fundador del Festival Nacional de Cine y Vídeo Documental y del Festival Internacional Tres Continentes del Documental. Acaba de estrenar Darío Santillán, la dignidad rebelde. Descansa en su casa del Delta y asegura que esa geografía “no se puede captar en un documental”.

 

Cada vez que se toma una cámara para hacer “un tratamiento creativo de la realidad”, según John Grierson, estamos ante un documental social. Y en época de crisis “aparece la necesidad de ir a registrar y dar testimonio”, dijo Miguel Mirra, conocido documentalista argentino, quien, para descansar de esa constante observación crítica de la realidad, pasa sus fines de semana en su casa del apacible delta.

 

El documental social

“Empecé haciendo cine antropológico. Pero, según Adolfo Colombres, yo hacía cine antiantropológico porque no me quedaba a ver cómo la gente perdía su cultura, sino que intentaba mostrar lo que hacían para conservarla”.

Su primer documental fue Hombres de Barro – 1987 -, largometraje sobre la resistencia del pueblo colla en Palca de Aparzo, Jujuy. Luego, en 1995, retomó el tema, en Tierra y Asfalto, cuando “los collas ocuparon la Plaza de Mayo, reclamando por sus tierras”; allí hizo un paralelo entre la vida en Jujuy y la ocupación pacífica de la plaza, trabajando bajo una consigna: “No hay cultura sin tierra”.

Para Miguel, el movimiento documentalista surgido entre 2001/2002 “pareció surgir de la nada, pero no es así. En 2001 aparecieron muchos documentalistas silvestres, esa gente que tenía una cámara y salió a registrar lo que pasaba. Después se fue decantando y quedó un grupo de documentalistas importante”.

 

La lucha ambiental

A partir de una charla de divulgación de los asambleistas de Gualeguaychú, Miguel tomó contacto con el problema y estuvo, cámara al hombro, “en la primera marcha que se hizo sobre el puente”. Ya inmerso en el tema, siguió trabajando y surgieron ¡Que viva Gualeguaychú!, Las venas vacías, Los ojos cerrados de América Latina, Tierra de Mujeres, que trata de “las mujeres agropecuarias en lucha para parar los remates de tierras en La Pampa y Córdoba y las mujeres de Famatina que resisten contra la megaminería”.

 

Las biografías

Además de las luchas comunitarias, Miguel abordó la vida de dos hombres conocidos por su dedicación a la causa popular: Adolfo Pérez Esquivel y Darío Santillán, documental estrenado en el pasado mes de abril. “A diferencia de Pérez Esquivel, Darío era una persona anónima, no se sabe aún hoy – a 10 años de su asesinato – quién era”.

En su investigación, se encontró “con un pibe de barrio, preocupado por sus vecinos en esa época terrible que fue el 95/96. Armó una panadería y una bloquera junto con el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Lanús. Estaba muy preocupado por entender lo que pasaba, por eso iba a charlas y grupos de estudio de historia y sociología. Fue un pibe solidario hasta el final porque lo mataron por cuidarlo a Maximiliano Kosteki que estaba herido de muerte. En la película rescatamos su dignidad”.

 

Otra tarea: capacitar

Paralelamente a su tarea de realizador cinematográfico, Mirra se dedica a la docencia, tanto en Argentina como en el exterior.

Desde la Venezuela Bolivariana lo convocaron para dictar cursos, por lo cual, a partir de su experiencia, describió la realidad de ese país: “Chávez es un emergente de una situación política que se generó después del Caracazo (1989), movimiento de resistencia al neoliberalismo, parecido al 2001 de acá, pero mucho peor en consecuencias porque hubo miles de muertos. Fue el colapso de toda la política tradicional, dejaron de existir todos los partidos tradicionales. De esas ruinas surgió el chavismo.

“Apareció un movimiento social ajeno a la vieja política y Chávez logró canalizar todas esa fuerzas. Después se transformó en un líder y mucho de lo que él hace repercute para abajo, así se establece una dialéctica entre el movimiento social que lo sostiene y su propia dinámica del poder”. Y sintetizó: “Los sin tierra, los desheredados, los sin trabajo fueron la fuerza inicial del chavismo”.

Si bien los partidos tradicionales desaparecieron, “los sectores sociales que los sostenían, permanecieron en el mismo lugar y allí quedaron todos los profesionales. El 95% de los médicos no querían ir a atender a los barrios populares, por eso recurrieron a los médicos cubanos. Todos los sectores profesionales se transformaron en una oposición furiosa, también los técnicos de TV y cine”. Por eso, entonces, ingresa Mirra en esta historia: “Necesitaron capacitar gente y para eso fui”.

Al igual que en Venezuela, en Argentina también se dictó una nueva ley de servicios audiovisuales, sin embargo “la nuestra está lejos como concepción, porque allá es el Estado el que pone los equipos, en cambio acá, hay que arreglarse”. Y puso el ejemplo: “Allá se abrieron canales comunitarios como Catia TVe (Catia es el nombre de un barrio de Caracas), que fue el canal que alertó que Chávez no había renunciado durante el golpe y movilizó a la gente para salir a resistir”.

Como síntesis, Mirra dijo: “En Venezuela hubo un cambio de paradigma, a pesar de que ahora se está instalando una burocracia a la sombra de Chávez, que no tiene mucho tiempo. La desaparición del sistema político tradicional generó una realidad nueva en América Latina”.

Miguel Mirra recorrió el mundo, anduvo por Burkina Faso, México, Sudáfrica, Cuba, América del Sur, Europa y siempre vuelve al Delta, donde, aseguró, “es muy difícil filmar porque a los ojos de la cámara todo es igual. El Delta vive cuando uno lo transita, pero si uno lo mira de lejos, todo es igual, por eso, en un documental, no se puede captar”.

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