Ojos cerrados y oídos atentos

De la improvisación musical al teatro sensorial. Hace ya 10 años, el grupo Avitantes propone cancelar el sentido de la vista para sumergirse en un mundo senso-perceptivo alejado de la cotidianeidad.

 

Desde hace unos años, Buenos Aires ofrece la posibilidad de ver – quizás podríamos decir sentir – espectáculos a oscuras, o sea que no se ve nada, porque la propuesta es entregarse al mundo mágico de las sensaciones.

Surgidos de un grupo de música experimental y de improvisación, un día se les ocurrió que los espectadores cerraran los ojos, pues “algunos de los climas sutiles que se generaban, se perdían”, contó Jerónimo Grandi, un vecino de las islas de la primera sección del Delta, integrante del grupo Avitantes, creadores del teatro sensorial.

 

Propuesta sensorial

El nombre que los distingue impacta como un error ortográfico, pero Jerónimo explicó: “Es adrede, porque en una palabra tratamos de unir el concepto de habitantes de la tierra y del cielo que lo representamos con ‘avi’ que significa ‘ave’ y ‘tantes’ que representa el centro energético de la tierra. Con nuestro trabajo tratamos de unir el cielo y la tierra y lo quisimos representar con esa palabra”.

Cielo y tierra tienen sus propias músicas, que los Avitantes fueron descubriendo, improvisando, experimentando y recreando. A la música le agregaron oscuridad, luego relajación y así advirtieron que “no sólo se podía acceder a los espectadores artísticamente, sino también haciéndoles propuestas sensoriales”.

De esas experiencias surgió Ojos Cerrados, obra que ya lleva 10 años en cartelera. “Se inició muy musical y le fuimos agregando los otros sentidos: sabor, aroma, tacto”.

En Ojos Cerrados no hay una historia, sin embargo, a partir de las distintas músicas y sonidos, las historias se van escribiendo en la imaginación del espectador. “La música no establece momentos aislados, va deslizándose, una cosa va cambiando en otra. El guión es estético-anímico, como un cuadro, donde hay un paisaje luminoso y más allá otro oscuro. Tratamos de que cada momento sea sugerente, pero no cerrado, para que cada uno pueda conectar con sus propios espacios y haya miles de historias”.

 

La obra admite muchas lecturas, pero se reconocen momentos muy argentinos.

“Qué asombroso, unos ingleses nos dijeron que era muy latinoamericana. Nosotros en ningún momento lo pensamos así, pero a uno le sale lo que es. Incluso muchos nos dicen que la sienten muy espiritual y no lo buscamos especialmente, aunque todos nosotros estamos en un camino espiritual. Se ve que también aflora eso. Además, en cada espectador resuena diferente, ya que, con los ojos cerrados, se trabaja mucho el mundo interior. Queríamos una obra que tuviera todo, que no fuera sólo una parte de la vida, porque las partes más luminosas toman ese color en contraste con las más dolorosas. Ese contraste lo quisimos transmitir en la obra, que no tiene una historia marcada, cada momento es abierto”.

 

Entonces, se podría hablar de un espectador-participante.

“Sí, nosotros decimos que son co-creadores. Durante muchos años, después de la obra, hacíamos una ronda y nos contaban qué habían sentido. Con esos comentarios fuimos agregando cosas. Estamos muy alertas a las reacciones de las personas, muchas veces nos han comentado que justo necesitaban a alguien que les diera la mano y la mano llegó. Hay espectadores súperabiertos y profundos, otros muy temerosos. Eso lo fuimos aprendiendo con las funciones”.

 

Necesidad de nuevas experiencias

No sólo el teatro sensorial se hace en la oscuridad, también el teatro ciego, ¿tuvieron en cuenta esa expresión? – “Cuando estábamos por el tercer año de Ojos Cerrados, empezaron a ir ciegos. Se nos ocurrió, entonces, hacer un par de funciones en la Biblioteca Argentina de Ciegos. Ahí se nos acercó una pareja para felicitarnos y nos dijeron que hacían una obra. Fuimos, era La Isla Desierta, la obra de teatro ciego que tiempo después se hizo famosa. Estamos casi condenados a que nos relacionen con el teatro ciego, pero tenemos un origen completamente diferente. Nosotros venimos de ver y nuestra obra es mucho mejor para la gente que ve que para la que no ve, porque para ellos la situación de oscuridad no es extraordinaria, es su cotidianeidad, no los obliga a un cambio de conciencia. En cambio, si el 80% de la información llega por una vía y eso se corta, un montón de puertas se abren en la mente del que ve”.

Si ustedes hacen teatro sensorial, otros hacen teatro ciego, podríamos pensar que ya no es suficiente el teatro tradicional – “No es suficiente porque el espíritu humano está pidiendo cosas distintas. Inclusive nos enteramos que en España hay un grupo que hace teatro de los sentidos. Yo creo en la simultaneidad de cosas que andan sobrevolando y que varias personas las pescan al mismo tiempo. Así ha pasado con varios inventos; incluso a mí me pasó con varios temas que compuse que eran parecidos a otros de Gustavo Ceratti. Yo concibo a la creación como un pescador que va a pescar a un determinado lugar donde hay cosas flotando y nos pegan a todos. Lo vivo así y eso disminuye esa cosa yoica de los artistas que muchas veces se anteponen a su obra. Yo prefiero que la obra esté adelante. Eso es lo que nosotros queremos transmitir con Ojos Cerrados, por eso este año no salimos a saludar. Nosotros no somos importantes, lo importantes es la experiencia que tuvo la persona”.

Este año no saludan, otros años hacían una ronda de reflexión, quiere decir que la obra ha sufrido cambios – “Sí, cambiamos todo el tiempo. Tenemos un espíritu de creación constante, porque si no, algo se muere. Queremos que la obra esté viva de acuerdo a los espectadores y a nuestro propio crecimiento”.

Después de 10 años de experiencia, habrán hecho una teoría del teatro sensorial – “Sí, tenemos algunos escritos. Descubrimos cosas interesantes, por ejemplo que los aromas son fácilmente cohabitables con otros sentidos; en cambio, el gusto hace desaparecer todo, es muy absorbente, igual que el tacto. Hicimos muchas experiencias y nos dimos cuenta de que cualquier cosa no es un estímulo”.

Además de Ojos Cerrados, el grupo Avitantes tiene otras dos obras: Supramundos y Éxtasis. También en ellas, los avitantes conducen al espectador a un mundo de sutiles percepciones donde la música impulsa y la piel responde.

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