Formación, pasión y compromiso al servicio de la música

Estudio Kersevan, 10 años en Tigre. Compositor, arreglador, instrumentista y docente, Carlos Kersevan asegura que, antes de empezar a tocar un instrumento, hay que pensar cómo se hará. Anécdotas y reflexiones de un músico que admite ser un obsesivo del estudio. El 12 y 13 de diciembre, en el Ateneo Esteban Echeverría (25 de Mayo 1168, San Fernando) celebrará con música el cierre de otro ciclo lectivo y una década de trabajo en Tigre.

 

Cuando Calzada, provincia de Buenos Aires, era todo campo y al lado de la casa de los Kersevan estaba la sociedad de fomento y el almacén de ramos generales y, cruzando el campo, otra casa y más allá la escuela, el niño Carlos comenzó sus incursiones en la música.

“Empecé a los 12 años con Rafael, un gallego que, además de tener el almacén de ramos generales, tocaba muy bien la guitarra. Me mandaba mi mamá. Mi viejo no sabía nada. El día que se enteró, se armó un despelote! Casi lo mata al almacenero, a mí y a mi vieja. Igual seguí y, con el tiempo, mi viejo me compró la primera guitarra eléctrica que hubo en la zona”.

La preocupación de su padre, coincidente con la mayoría de los progenitores, era de qué iba a vivir su hijo. Gracias a su regalo, el joven trabajó muchísimo porque “nadie tocaba guitarra eléctrica por esa época”, explicó el músico que actualmente tiene 70 años.

Aunque el éxito lo acompañó siempre, Carlos nos confió su sentir: “Creo que mi viejo se murió queriendo que fuera ingeniero. Fui la gran desilusión de mi viejo”.

Ese fantasma tristón rápidamente se disipó porque las ricas experiencias, las anécdotas y el humor de Carlos Kersevan hicieron que el asombro y las risas brotaran una y otra vez a lo largo de la entrevista.

 

Apasionado por el estudio

Egresado del Conservatorio Manuel de Falla – al igual que su esposa, Diana Rossomando – Carlos integró orquestas de grandes de nuestra música, como Mariano Mores, compuso música para comedia musical, tocó música clásica en el Teatro Colón y siempre le reservó un espacio a la docencia: “Empecé a dar clases en Luján mientras estudiaba. Vivía en el centro, me tomaba el tren de las 5.14 todos los días, daba la clase, volvía, iba al conservatorio y los fines de semana tocaba en La Botica del Ángel”.

El recuerdo se unió a una observación de la realidad: “Ahora falta la cultura del esfuerzo. Humildemente digo que sé tanto porque soy un apasionado del estudio”. Y con esa pasión dirige el Estudio Kersevan que este 2014 cumple 10 años en Tigre.

 

Unirse rítmicamente

Al Estudio concurren personas que quieren aprender música por entretenimiento; otros porque tienen sus banditas y algunos que se preparan para el ingreso al Conservatorio. “Tenemos el orgullo de decir que todos nuestros alumnos aprueban con promedios altísimos”, apuntó Diana.

En cuanto a los jóvenes que tienen sus bandas de rock, Carlos puso su nota de humor: “Son muy entusiastas… y también medio vagonetas”.

Las clases son grupales, salvo casos excepcionales que no pueden coordinar horarios. “Aquí lo importante es que puedan compartir y unirse rítmicamente con los otros. Esto es lo difícil, es otro aprendizaje dentro de la música. Una cosa es tocar solo, entonces uno se equivoca, corrige, sigue, pero, cuando se toca con otros, no se puede hacer marcha atrás, la música sigue, hay que engancharse, ahí está el otro aprendizaje”.

Además, entonces, de considerar la música como una producción colectiva, Carlos definió el otro eje del Estudio Kersevan: “El instrumento no es nada, sólo una madera con algunas cuerdas. Lo único que importa es la persona que traslada al instrumento lo que ella es. Por eso nosotros trabajamos primero sobre la persona, porque la manera en que apoya su mano sobre el instrumento, ya nos dice qué trabajo tendrá que hacer. Eso y concentrarse en el momento de la clase, es lo fundamental”. O sea que, una vez que se pasa el umbral del Estudio, la prisa y las tensiones del mundo cotidiano quedan afuera.

El sistema Milderman, del cual Diana es instructora, posibilita realizar un trabajo psicofísico que tiende a destrabar bloqueos, ya sea con el instrumento que se está aprendiendo como con la voz.

Un trabajo tan minucioso les ha permitido determinar que “en Argentina hay un gran déficit rítmico, la mayoría de la gente tiene un sentido rítmico acotado. El ritmo es inherente a la persona, está o no, y en la mayoría no está. En cambio, no hay un solo negro que no tenga sentido rítmico. Nosotros somos muy intelectuales, perdemos relación con la tierra, con el universo, con los ritmos naturales, por lo cual se descoordina el cuerpo. Por esto, el próximo año haremos específicamente clases de entrenamiento rítmico”.

 

Diversidad musical

Como parece ser que el mundo de la música se redujo al rock, al menos para las radios y gran parte de los adolescentes, y, por supuesto, Carlos Kersevan está preocupado por este tema, hablamos de ello.

“En los años 60”, contó, “me hice muy folclorista. Hoy, los jóvenes no pueden tocar una zamba, porque la cultura que pasó del 70 para acá arrasó con todo, sólo quedó el rock que es de 4 tiempos; entonces, cuando hay que pasar al 6×8, no pueden. A este punto de la penetración cultural hemos llegado. El tango se conoce un poquito por Piazzolla y porque ha tenido auge en los últimos años. Esto es una pérdida de diversidad, porque el rock no es lo único que existe en el mundo”.

Diana acotó que es responsabilidad de todos los maestros de música ir mejorando el gusto musical de la gente y aportó una anécdota: “Un día vino un adolescente a una entrevista y Carlos estaba tocando Bach. Tendría 16 años, estaba todo tatuado, un rockero total, me mira y me dice ‘che, qué buen tema ése’”. Las risas estallaron, no por la ignorancia del joven, que podría ser la nuestra, sino por su espontaneidad.

Carlos recordó otra experiencia: “Tuvimos otro alumno que era todo rockanrol. Un día, el colegio lo llevó al Colón a escuchar la Filarmónica Nacional. Volvió loco! No sabía que existía eso. La ignorancia es lo peor, alimentada por la TV, las radios, las discográficas”.

Para ayudar al cambio, en sus clases van incorporando distintos géneros, incluso música clásica, pues “el que aprende música clásica, puede después abordar cualquier ritmo; en cambio, el que toca sólo cumbia, nunca podrá tocar Bach”.

 

Musichicos

Hace 2 años, el Estudio Kersevan incorporó a Merlín Taglioretti para trabajar con los niños, “un muchacho que tiene una paciencia infinita y sabe mucho”, destacó Carlos.

Las niñas son muy cantoras y los niños un poco vergonzosos para el canto, pero, en general, todos se paran mejor que los adultos frente al error, pues “el adulto, al equivocarse, se juzga, en cambio el niño toma el aprendizaje como un juego. Pero ojo! también hay niños que se juzgan, ‘esto es difícil, no me va a salir’, esas son voces adultas, eso no tendría que suceder”, reflexionó Diana.

Carlos destacó que los niños que practican en sus casas avanzan con mucha rapidez y algunos tienen, por supuesto, un talento especial, no sólo para la música, sino también para las ocurrencias: “Una vez le dije a un nene ‘yo puedo ser tu abuelo’ y el nene me respondió ‘no, vos no podés ser abuelo, vos sos músico’”.

Últimamente, Carlos está dedicado a la escritura de libros; recientemente publicó un manual para aprender a tocar la guitarra, dedicado a niños. Pero no nos engañemos, siempre se necesita un maestro!

 

Respira bien y afinarás mejor

Además de niños y jóvenes, son muchas las personas jubiladas que van al Estudio Kersevan, es decir que también en este caso se cumple la famosa frase: “Ahora voy a hacer lo que me gustó siempre”. “Hemos tenido gente de 80 y pico”, exclamó Diana, confirmando que nunca es tarde cuando la voluntad existe.

“A los mayores, estudiar música les hace muy bien, porque se van construyendo nuevos circuitos cerebrales, se van despertando nuevas zonas del cerebro. Hace poco, un adulto me dijo ‘ahora hago un poco de crucigramas y un poco de música para mantenerme lúcido’. La música trabaja los dos hemisferios y la motricidad es disociada, entonces se trabaja a full la lateralidad”.

Asimismo van muchos adultos que quieren cantar y suelen tener problemas con la afinación. En este caso Diana aseguró: “Con el aprendizaje de una nueva forma de respiración, la afinación se va corrigiendo. Se desafina cuando no se sabe cuál es la nota que hay que cantar, no se escucha bien, entonces no se puede imitar. Si a esto se suma una respiración inadecuada, no se pueden acomodar las cuerdas vocales”.

Todos los logros que los alumnos van obteniendo se podrán apreciar el 12 y 13 de diciembre en el Concierto Anual, donde, además, se festejarán los 10 años del Estudio Kersevan. Para acompañarlos, admirar a familiares y amigos y decidirse a iniciar clases el año próximo, las entradas ya están a la venta en el 4005-0695.

Deja una respuesta