A cien años del genocidio armenio

, Historia

Cada 24 de abril se recuerda el genocidio del pueblo armenio cometido por el Imperio Otomano (1), hoy Turquía, entre 1915 y 1923. Se estima que un millón y medio de armenios fueron asesinados cometiéndose todo tipo de vejámenes, deportaciones, torturas, violaciones, quema de poblados enteros, muertes por inanición, entre otras. Los ciudadanos de origen armenio alrededor del mundo procuran el reconocimiento del genocidio cometido mientras que Turquía lo niega oficialmente. El Papa Francisco recientemente reconoció el genocidio armenio al que consideró el primer genocidio del siglo XX.

 

Siendo una de las civilizaciones más antiguas del mundo, con una historia de más de cinco mil años en la región del Cáucaso meridional – entre los continentes de Europa y Asia – al iniciarse la Primera Guerra Mundial, la población armenia del Imperio Otomano era de aproximadamente dos millones de habitantes. Ese mismo año el partido político “Comité de Unión y Progreso” (CUP), conocido popularmente como los “Jóvenes Turcos”, asumen el poder del Imperio.

Los armenios eran considerados un factor de amenaza para la unificación y expansión del Imperio Otomano que planificaba extender sus límites desde Anatolia hasta Asia Central, y para ello consideraban apropiado contar con una población solo de origen turco. De esta manera la masacre de los armenios fue considerada como una política de Estado. Tampoco faltaron ideólogos que promocionaron y justificaron la decisión de los Jóvenes Turcos de exterminar a todos los armenios del Imperio Otomano.

Al poco tiempo de asumir los Jóvenes Turcos se inician las deportaciones de más de un millón de personas que fueron forzosamente removidas desde Armenia y Anatolia a Siria, donde una gran parte de la población fue enviada al desierto para morir de hambre y sed. Cientos de miles además fueron asesinados en el acto. Otros miles de armenios fueron masacrados metódicamente a lo ancho y largo del Imperio Otomano: pueblos enteros fueron arrasados cometiéndose todo tipo de atrocidades, mujeres y niños fueron raptados y brutalmente abusados y toda la riqueza del pueblo armenio fue expropiada.

Los armenios que vivían en la periferia del Imperio Otomano lograron escapar hacia otros países como fue el caso de más de diez mil armenios que en el este de Turquía escaparon a la frontera con Rusia llevando una vida precaria como refugiados.

En 1918 el régimen de los Jóvenes Turcos llevó adelante una guerra en el Cáucaso donde vivía más de un millón y medio de armenios bajo la dominación de Rusia. Las fuerzas Otomanas avanzaron por el este de Armenia y Azerbaiján donde también se estaban cometiendo masacres sistemáticas contra el pueblo armenio. Entre 1920 y 1923, las expulsiones y asesinatos realizados sumaron cientos de miles de nuevas víctimas y para 1923, se calcula que la totalidad de la población armenia fue barrida de las tierras de Asia Menor y de la histórica armenia del oeste. La destrucción de la comunidad armenia en esta parte del mundo fue total.

Cuando finalizo la guerra, los países aliados, Reino Unido, Francia y Rusia advirtieron a los Jóvenes Turcos que serían responsables por crímenes contra la humanidad, y demandaron al Gobierno Otomano para que los citara ante la justicia pero no se lograron avances y los Jóvenes Turcos huyeron sin poder ser juzgados.

 

El reconocimiento del genocidio armenio

La República Democrática de Armenia, que se constituyó en 1918, y los ciudadanos de origen armenio esparcidos por el mundo – a partir de las atrocidades – procuran lograr el reconocimiento oficial del genocidio armenio de distintos gobiernos. Si bien hubo enormes avances, la República de Turquía ha adoptado como política de estado negar sistemáticamente el genocidio armenio. Incluso minimiza el alcance de las atrocidades cometidas y pone en juego su diplomacia y los acuerdos comerciales para que el reconocimiento no obtenga mayores adhesiones a nivel mundial.

Luego de un siglo de este trágico episodio, el reconocimiento del genocidio a Turquía le podría significar no solo tener que afrontar demandas millonarias por las innumerables pérdidas económicas que sufrió el pueblo armenio sino también que las nuevas generaciones tengan que asumir el grado de monstruosidad que sus antepasados cercanos fueron capaces de cometer.

Este tema ha tomado tal trascendencia mundial que hasta el Papa Francisco al cumplirse cien años del genocidio armenio, lo reconoció públicamente y manifestó que se trató del “primer genocidio del siglo XX”, sobre el cual recomendó no esconder porque “negar el mal es como dejar que una herida continúe sangrando sin sanarla”.

Justamente no esconder y sacar a la luz este tipo de atrocidades perpetradas contra naciones enteras como es el caso del pueblo armenio y el judío en el siglo XX interpela a la comunidad internacional en su conjunto para reconocer el horror y evitar que vuelva a ocurrir.

 

(1) El estado de Turquía surge del desmembramiento del Imperio Otomano que se produce como consecuencia de la derrota en la Primera Guerra Mundial en la que fue aliado de Alemania y el Imperio Austrohúngaro. En 1923 se declaró la República de Turquía.

 

La Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio

En 1948 la Organización Naciones Unidas estableció la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio. En la misma se define el genocidio como cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, en actos tales como la matanza de miembros del grupo; lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo y traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.

La Convención confirma que el genocidio, ya sea cometido en tiempo de paz o en tiempo de guerra, es un delito de derecho internacional que las partes en la Convención se comprometen “a prevenir y a sancionar”. Se aclara además que la principal responsabilidad de prevenir y detener el genocidio incumbe al Estado en el que se comete ese delito, ya que requiere un planeamiento central y una maquinaria organizada para implementarlo haciendo que el genocidio sea un prototipo de crimen de estado, ya que solo un estado cuenta con los recursos necesarios para llevar a cabo tal destrucción.

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