Dérica Teixeira con un siglo de vida

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Fue agasajada por todas sus amistades, familiares, vecinos y funcionarios públicos en el Club Canottieri. Con mucha amabilidad y simpatía, compartió con nosotros algunos momentos de su extensa vida.

 

Si bien nació y vive en Tigre, la vida la llevó a radicarse en Virreyes durante mucho tiempo, por eso, la noche que Dérica Teixeira abrió las puertas del salón del último piso del Club Canottieri, encontró a tigrenses y sanfernandinos convocados para festejar sus 100 años!!!

“Cuando abrieron la puerta… un mundo de gente, me abrazaban, me besaban, había gente que hacía años que no veía”, contó Dérica, contentísima con la sorpresa. Para la ocasión se puso una pollera negra, una blusa elegante y un collar de 5 vueltas y partió con su hermano Kleber y un vecino, creyendo que iba a una cena. “Este sinvergüenza (por su hermano) sabía y no me dijo nada”.

“Una familia de Virreyes se ocupó de todo”, relató Kleber, “yo tenía que mentir, porque ella es muy preguntona y quería saber por qué me llamaban tanto. Estaba deseando que se hiciera la fiesta porque ya no tenía argumentos, iba a contratar a un libretista que me hiciera una historia”.

Las sorpresas para Dérica fueron múltiples: la vecina del frente de su casa le puso un pasacalle, el intendente Zamora -presente en el festejo – le obsequió una plaqueta alusiva, Malena Galmarini le regaló flores. “Tuve todo lo que soñé”, dijo la cumpleañera.

 

Algunos recuerdos

Nació en “la calle Marabotto, en un ranchito”. Era la casa de su abuela; “mi mamá vivía en Campana y vino a visitar a la suegra que también estaba embarazada”. El tío nació en marzo y Dérica el 11 de abril, de 1915.

Por aquel entonces, ese barrio era llamado “el bañado”, las calles eran de tierra, había zanjas, los ranchitos estaban distanciados uno del otro y la vida era apacible.

“Era otra vida, los vecinos se sentaban en la puerta, tomaban mate, conversaban, nosotros salíamos con mi abuelita a caminar. Había unas chicas que hacían cortinas y, cuando las zanjas estaban secas, se sentaban al borde y mi abuelito les contaba cuentos. Todos íbamos a la escuela n° 1, el día que llovía qué hacíamos? Había barro…”, recordó Dérica, que aprovechó para mostrar las fotos de la fiesta de los 150 años de esa escuela. Dérica fue invitada especialmente, pues es la alumna más antigua de la institución.

“La gente trabajaba en el Canal de San Fernando; otros trabajaban en el matadero que estaba más allá del cementerio, por eso nosotros teníamos la fortuna de comer achuras frescas; también trabajaban en los aserraderos, que principalmente estaban sobre Ruperto Maza. Entre los pioneros del barrio estaban mis abuelos paternos”, aportó Kleber.

Consultada sobre deportes náuticos, Dérica confesó que al río le tiene “un miedo bárbaro”, al mismo tiempo que hacía gesto de temor, y dio la explicación: “Volvíamos de la isla y el que manejaba la lancha estaba un poco tomado. El Paraná estaba bravo, le dijeron que no pasara, pero él pasó igual; el río estaba muy movido, había olas y por el ojo de buey se metió un pescado, entonces mi mamá nos hizo jurar que no íbamos a ir nunca más a la isla”.

Lo que siempre le gustó, es bailar tango. “Yo bailaba muy bien porque un tío mío iba a una academia a aprender, después venía y practicaba con nosotras, entonces bailábamos de primera!”. Ir a bailar en aquel entonces no era tan fácil: “Teníamos que ir con una persona mayor, porque, si no, los padres no nos dejaban. Por acá vivía la señora Blanca, que tenía una sola hija, todas éramos amigas de ella y la señora nos llevaba a bailar, a la tarde. Se servía chocolate, entonces nosotras les decíamos a los muchachos ‘invitala a la señora, así nos trae otra vez’ y la atendían muy bien. En todos los clubes donde había baile, ahí estábamos nosotras. ¡Cuando venía D’Arienzo!”.

Recordando aquellos tiempos, Dérica expresó “a mí siempre me gustó la farra”, con su vocecita aún juvenil.

Aquel Tigre de casitas bajas y clubes de bailes memorables, desapareció, por eso los hermanos señalaron: “Para nosotros es nuevo Tigre. Está muy cambiado, hay zonas que ya son desconocidas para nosotros”. Parece ser que el día de la fiesta, el intendente Zamora prometió enviarles un auto para dar una vuelta por ese Tigre para ellos desconocido. Esperemos que no sea regalo de los 101.

 

Su único trabajo

Como a todo el mundo, le llegó la hora de trabajar. “El único trabajo que tuve, me lo consiguió un amigo. Cuando me lo propuso, le dije ‘yo no sé hacer nada’ y él me respondió ‘sos pícara, así que vas a aprender enseguida’. Así fue y me gustó tanto… tanto” y de sus labios se escapaban suspiros.

Fue telefonista durante 21 años, en una empresa extranjera que estaba en el centro de la Capital, lo cual implicaba, todos los días, un largo viaje, sin embargo esto no le impedía arreglarse con mucha coquetería y mantener su buen humor. “Llegaba y saludaba a todos”. A los clientes los atendía con esmero, si tenían que esperar en línea, Dérica les daba charla, al punto que luego, el jefe ironizaba: “Dérica le preguntó qué había almorzado, si durmió siesta, qué va a hacer a la noche”.

A la salida, iba con sus compañeras a tomar algo, al cine, al teatro. ¡Le encantaba andar por la ciudad!

También le llegó el tiempo de casarse y jubilarse. “Me jubilé en época de Manrique. Fue muy rápido. El asunto fue avisar en la empresa, le dije a mi jefe ‘tengo que hablar con Ud.’ y le largué la novedad. Como me querían con locura, me dejaron seguir trabajando”.

El verdadero retiro llegó cuando su marido consiguió un trabajo de cuidador del Tiro Federal de San Fernando: “Tenés que renunciar”, le dijo el esposo y Dérica sintió que le daban una paliza, porque no sólo le gustaba su trabajo, adoraba ir al centro, pasear con sus compañeras por la ciudad. “Yo hubiera vivido en la punta del Obelisco”, confesó.

Todavía recuerda con exactitud el día que le transmitió a su jefe la decisión: “Como todos los días, me preguntó si había alguna novedad y le dije ‘sí, hay una novedad y nada buena… me tengo que retirar de la empresa’. Él me respondió ‘me cortaron los brazos’”.

El acontecimiento se produjo cerca de la fecha de su cumple, por eso los compañeros le pidieron que volviera ese día a la empresa. “Cuando llegué, me agarraron de los brazos y me llevaron frente a una mesa grande, me dieron un regalo porque me iba, otro porque era mi cumpleaños y otro y otro, yo no veía nada porque estaba llorando y llorando”.

 

Un poco de allá, un poco de acá

Desde hace 4 años vive con su hermano, en Tigre, pero siempre se hace una escapadita a Virreyes: “Allá salgo y hablo con todos, camino por Avellaneda, entro a los negocios y dejan de atender para saludarme. Paso por un bar que es de hombres y les digo ‘buen día, pibes, ¿cómo están?’ me adoran”.

Con tan buen humor, es lógico que sus amigas de Virreyes digan “Dérica es de nosotras”; como también es agradecida, anticipó que pronto irá a Virreyes “a saludar a uno por uno por todo lo que hicieron”.

Con mucha simpatía, nuestra entrevistada dijo: “En Virreyes yo hago vida callejera; acá, vida casera”.

Por supuesto que, a su edad, está relevada de todas las tareas del hogar, excepto la cocina: “Yo cocino muy bien y, cuando no sé algo, le pregunto a la vecina. No cocino mucha verdura porque no me gusta, lo que más me gusta son los dulces, yo tendría todos los días una torta en la heladera!” ah, nos contó, además, que las comidas las acompañan con vinito. ¡Qué bien!

También en su barrio tiene vecinas encantadoras: “Tenemos una vecinita chiquita que hacemos de cuenta que es nuestra hija, es todo para nosotros; enfrente, hay una señora que queremos mucho”.

Anécdotas, risas, gratos recuerdos colman los 100 años de Dérica. Desde aquí le enviamos todo nuestro afecto y un gran saludo a su hermano Kleber que el 25 de mayo cumple 90. Besos, queridos hermanos!

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