Muertes dudosas y respuestas ingratas

Gral. Pacheco – Barrio El Zorzal: Muchos niños se quedaron sin sus mascotas

Caminar por las calles de nuestros barrios con tranquilidad y confianza es algo que todas las personas ansiamos. A este ambular distendido, muchos le agregamos – como parte del disfrute – la compañía de algún perrito callejero.

Este cuadro tan común no era ajeno al barrio El Zorzal – de Gral. Pacheco -, pero el 16 de junio se vio espantosamente alterado. Ese día, muchos perros – sin dueño y con él – empezaron a morir ante la mirada de niños y adultos que nada pudieron hacer. “Los vimos retorcerse en convulsiones y morir en minutos sin tener la posibilidad de ayudarlos”, dijo Benedicto Galván, un vecino que perdió a su perrita en 15 minutos.

En dos días, 20 perros murieron en una zona muy acotada: Vicente López, Santiago de Chile, Sucre, entre ruta 9 y las vías. Muchos niños, jóvenes y adultos lloraron por el traumático fin de sus mascotas. Y también buscaron respuestas y ayuda: “llamé insistentemente a zoonosis y nadie contestaba, entonces llamé a la secretaría de salud y después de explicarle varias veces a la persona que atendió, me pasó con la doctora Vivian quien no le dio mucha importancia al tema, pero ante mi insistencia, me dijo que iba a comunicarse con zoonosis y a mandar un veterinario”, contó el vecino Galván.

Triste y preocupantemente nadie se hizo presente, ni veterinario, ni la delegada de Pacheco – que también fue llamada – ni “ninguna persona que tuviese algún grado de responsabilidad para ver la situación, hablar con los vecinos, levantar muestras, hacer algo para evitar que también se envenenen los chicos”, mencionó el vecino que acotó que, muy cerca del lugar en que ocurrieron los hechos, hay 3 escuelas.

A estas ausencias se le sumó la comunicación telefónica – tardía – del director de zoonosis que le dijo a Benedicto Galván que “el veneno, por la acción tan potente, podría ser estricnina y que no había peligro con los chicos porque, para que haga efecto, hay que ingerirlo y que las muestras de los animales muertos no darían ningún resultado”; y remató su intervención preguntando “qué vecino habrá sido?”

Don Galván hace años que vive en el lugar, por eso no dudó en decir: “para nosotros, los vecinos son los últimos sospechosos”. Además, después de averiguar que la estricnina es un veneno cuya producción, importación y comercialización está prohibida por el Ministerio de Salud Pública, no logra imaginar “qué vecino puede tener acceso a ese veneno”.

Las ausencias, las respuestas ingratas, los cadáveres callejeros han alterado a un barrio que sumó, al dolor, la desaprensión de los funcionarios públicos, quienes – parece ser – están imposibilitados de dar respuestas rápidas y efectivas cuando la realidad los sorprende. Si el hecho no movilizó porque los muertos fueron perros, bastaría recordar que los estudios científicos demuestran que aquellos que maltratan a sus hijos, primero maltrataron a sus mascotas.

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