La problemática ambiental y los desafíos de un nuevo paradigma de desarrollo basado en la Sustentabilidad

Análisis sobre medio ambiente y desarrollo

La problemática ambiental se presenta como un síntoma del agotamiento de una forma de desarrollo que ha adoptado la civilización humana, y ante las evidencias de degradación ambiental y social, surge la necesidad de plantear un nuevo modelo de desarrollo basado en la sustentabilidad. Pero qué es la sustentabilidad, cuáles serían las características de este nuevo modelo de desarrollo y cuáles serían las dificultades particulares para América Latina, son algunos de los temas tratados.

 

La problemática ambiental, hoy en día, pone en cuestionamiento la racionalidad y los paradigmas teóricos que han legitimado el crecimiento económico y que han negado a la naturaleza, desterrándola a la esfera de la producción, generando procesos de destrucción ecológica y de degradación ambiental.

Está claro que los problemas del medio ambiente son un reflejo de las falencias de un determinado estilo de desarrollo que es ecológicamente depredador, socialmente injusto y culturalmente alienado. En esta situación, surge la urgencia de promover un cambio en el propio modelo de civilización hoy dominante, particularmente en lo que se refiere al patrón ecocultural de articulación “sociedad – naturaleza”. Pero aunque se conocen las causas de la problemática ambiental, todavía no está claro cómo dar un salto desde un estilo de desarrollo a otro. De más está decir que aquí entran en juego las fuertes disputas de intereses entre los países centrales, los grupos económicos y todos aquellos que se benefician con este modelo insustentable. De hecho, el sistema económico imperante, el capitalismo, tiene una lógica de acumulación rápida, voraz y cortoplacista que se ha visto motorizada a todo el mundo a través de la globalización del capital y que es íntrinsecamente insustentable.

 

¿Qué es la Sustentabilidad?

Mucho se ha hablado y se habla del concepto de Sustentabilidad, utilizándoselo en variados sentidos. Se dice que tal práctica es sustentable, que tal actividad económica es sustentable, entendiéndose por sustentable a todo accionar “que sea amigable con el ambiente”, que no genere un (gran) impacto ambiental, que respete las normas de calidad o que tenga durabilidad en el tiempo. En definitiva, queda bien usarlo como adjetivo, ya que le imprime un carácter positivo a todo sustantivo que acompañe, pero muchas veces no se sabe exactamente de qué se está hablando.

En general, la bibliografía sobre la temática suele adoptar la definición sugerida por la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, presidida por la entonces Primera Ministra de Noruega, Gro Brundtland (1987), que sugiere que el desarrollo sustentable es aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. En principio, podríamos decir que hemos avanzado algo, pero aún así es un concepto bastante genérico que necesita de mayores precisiones.

Enrique Leff (1998, p. 52) hace una diferenciación entre los conceptos de “sostenibilidad” y “sustentabilidad” y sostiene que hay una ambivalencia en torno al concepto de sustentabilidad que surgiría de la polisemia del término sustainability que integra dos significados: uno, que se traduce como sustentable, que implica la internalización de las condiciones ecológicas de soporte del proceso económico, otro, que aduce a la durabilidad del proceso económico mismo. En este sentido, la sustentabilidad ecológica sería una condición de la sostenibilidad del proceso económico.

En definitiva, Leff considera que hay que diferenciar claramente el sentido de las concepciones de “desarrollo sostenible”, “sostenibilidad” y “crecimiento sostenido” propios de las estrategias del discurso neoliberal, de la noción de sustentabilidad. Es decir, entiende a la sostenibilidad como la posibilidad de lograr un crecimiento económico sostenible a través de los mecanismos de mercado, soslayando las condiciones ecológicas que establecen límites a la apropiación capitalista de la naturaleza. O sea, se trataría de conciliar el medio ambiente con el crecimiento económico, haciendo cambios superficiales para no transformar nada en profundidad. Por su parte, la Sustentabilidad se entiende como la marca de la ruptura de la racionalidad económica que ha negado a la naturaleza y como una condición para la construcción de una nueva racionalidad ambiental. Es decir, para Leff el concepto de Sustentabilidad lleva en sí un componente de cambio y transformación y el desafío de la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo.

 

¿Cuáles serían las características de un nuevo paradigma de desarrollo basado en la Sustentabilidad?

En primer lugar, el ser humano tendría que estar en el centro del proceso de desarrollo, adoptando un estilo que esté conciliado con la naturaleza. Esto implica considerar el crecimiento económico como un medio y no como un fin, fortalecer la capacidad de la naturaleza para absorber y recomponerse de las agresiones antrópicas, la preservación de la integridad de los procesos naturales y la preservación de la biodiversidad del planeta. Esto sería un desarrollo ambientalmente sustentable.

Por otro lado, el desarrollo debería ser socialmente sustentable, lo cual guarda relación con la justicia social y la justicia distributiva. Se refiere a garantizar las condiciones que permiten la existencia de igualdad de oportunidades de las personas en el sistema económico, la posibilidad real de satisfacer sus necesidades básicas y la existencia de justicia y de un tratamiento acorde con su dignidad y con sus derechos como seres humanos.

A su vez, el desarrollo debería ser culturalmente sustentable, lo cual implica el mantenimiento del sistema de valores, prácticas y símbolos de identidad que permitan la reproducción del tejido social y garanticen la integración nacional a través de los tiempos. Ello incluye la promoción de los derechos constitucionales de las minorías y de los derechos de los pueblos y comunidades sobre la conservación y uso racional del patrimonio biogenético por sobre los criterios económicos de propiedad intelectual. Es decir, no sólo se trata de la necesidad de preservar la diversidad biológica sino de valorar la diversidad étnica y cultural de la raza humana y fomentar diferentes formas de manejo productivo de la biodiversidad, en armonía con la naturaleza.

Por otro lado, se necesita que el desarrollo sea políticamente sustentable. La ciencia no puede ofrecer los criterios para evaluar los conflictos distributivos, y éstos tienen que resolverse a través de la política. En este contexto, el Estado, aún con serios problemas de legitimidad, sigue siendo un actor privilegiado para ordenar la pugna de intereses y orientar el proceso de desarrollo y es el indicado para promover un pacto social que ofrezca sustento a las alternativas de solución de la crisis de sustentabilidad. En este sentido, el desafío que se presenta es el de garantizar para los ciudadanos la existencia de un proceso transparente, informado y participativo para el debate y la toma de decisiones públicas.

Asimismo, se necesita llevar adelante una nueva ética del desarrollo que implique modificar las pautas de consumo del mundo globalizado que ha vuelto al hombre menos sintonizado con sus necesidades biológicas, más alienado, e inclinado hacia el uso de mayores recursos de poder para incorporar y destruir ambientes extra-nacionales que permitan satisfacer los patrones actuales de consumo.

Mayores complejidades para América Latina

Los países de América Latina poseen condicionamientos estructurales que dificultan sus posibilidades de adoptar un modelo de desarrollo endógeno que siente las bases de la sustentabilidad. Esto está dado por presentar economías altamente dependientes del mercado internacional, que tiene su origen en la forma de inserción que han tenido las economías periféricas en el sistema capitalista como exportadores de productos primarios y de recursos naturales y fuertemente dependientes de importaciones de productos industrializados. Si bien en las últimas décadas ha habido transformaciones positivas, la dependencia del mercado externo sigue siendo central en estos países.

A su vez, esta modalidad de desarrollo “dependiente” se perpetúa a través de los condicionamientos que otorga la deuda externa, y la deuda ecológica dada por la subvaloración de los recursos naturales que financian el desarrollo agrícola e industrial de los países del norte (por ejemplo, el petróleo barato subsidia la agricultura del norte).

Otra modalidad de dependencia está basada en las estrategias de apropiación de la naturaleza de parte de los países desarrollados que defienden a las empresas transnacionales de biotecnología que se apropian de los recursos genéticos de lo países periféricos. Asimismo, las inversiones de empresas transnacionales relacionadas a actividades económicas extractivas de recursos naturales y otras con alto nivel de generación de residuos y degradación del ambiente crean un círculo perverso que desplaza a las actividades de subsistencia de las zonas rurales del tercer mundo, generando la desposesión de tierras, la pérdida de saberes tradicionales y la desaparición de comunidades y pueblos rurales. Es decir, el costo ambiental se distribuye en forma desigual, incrementándose en América Latina la apropiación privada de los bienes ambientales.

En definitiva, los países desarrollados y los países de América Latina como otros periféricos tienen distintas necesidades en relación a las problemáticas ambientales. Los primeros, necesitan contar con las materias primas de los demás países y han tratado de conducir la problemática ambiental e influir en el resto de los países para que éstos adopten estrategias coherentes con sus intereses. Así, promueven temáticas como las de la contaminación, la conservación de bancos genéticos y del mantenimiento de los bosques tropicales como reguladores del clima mundial. En el caso de los países pobres, la problemática ambiental es otra, ya que no se orienta a mejorar la calidad de vida sino a la supervivencia; ya que es la vida misma la que está en juego. Sus conflictos están relacionados preferentemente con la conservación de su patrimonio, la exportación de suelo y el subsuelo para generar divisas y la pérdida de tierra de los campesinos.

Por estos motivos, sin embargo, las luchas de resistencia de las comunidades indígenas y campesinas en distintos países de América Latina han adoptado una interesante modalidad ya que en ellas se expresa una nueva ética ambiental que plantea la revaloración de la vida.

Consideraciones finales

Tanto en documentos de la CEPAL como en investigaciones vinculadas a la temática, se coincide en afirmar que todavía no se han adoptado las medidas indispensables para la transformación de las instituciones económicas, sociales y políticas que han dado sustento al estilo de desarrollo vigente. A lo sumo se hace uso de la noción de Sustentabilidad para introducir lo que sería una restricción ambiental en el proceso de acumulación, pero sin afrontar todavía los procesos institucionales y políticos que regulen la propiedad, el control, el acceso y el uso de los recursos naturales y de los servicios ambientales. Tampoco se hacen evidentes las acciones indispensables para cambiar los patrones de consumo en los países industrializados.

Hasta el momento, se podría decir que hay transformaciones sólo cosméticas, tendientes a “enverdecer” el estilo actual, sin de hecho propiciar los cambios a que se habían comprometido los gobiernos representados en la Conferencia de Río de Janeiro en 1992. Esta situación no le quita mérito al trabajo de concientización que vienen realizando las organizaciones sociales, las que aún con sus diferencias, han contribuido a instalar las problemáticas ambientales en la agenda pública.

Por otro lado, quedan muchas preguntas abiertas tales cómo abordar la problemática ambiental desde enfoques interdisciplinarios, qué se entiende por medio ambiente y cómo se traduce al lenguaje común, cómo se mide la sustentabilidad y con qué indicadores, etc.

Desde un punto de vista marxista, se podría sostener que las relaciones sociales de producción que median entre la sociedad y el medio ambiente son las que estipulan un determinado patrón de relación con la naturaleza. Por lo tanto, lo que habría que hacer es transformar esas relaciones sociales de producción. Esto lleva a preguntarse: ¿transformar las relaciones sociales de producción no fue acaso una demanda central del socialismo durante la Modernidad? ¿No estamos planteando la misma transformación que planteaba el socialismo pero esta vez por motivos ambientales y de supervivencia del planeta, y no sólo socioeconómicos? El propio sistema capitalista deja en evidencia sus propias limitaciones generadas por su profunda insustentabilidad y por su obscena mercantilización de la vida en todas sus formas.

De esta forma, se reconoce que el componente ético y de justicia social que caracteriza a la resistencia al actual modelo de desarrollo está relacionado con un carácter contra-sistémico respecto de la acumulación capitalista.

 

Bibliografía

– CEPAL 23. Cambio cultural, desarrollo y sustentabilidad ambiental, 1994.

– Guimarães Roberto, La ética de la sustentabilidad y la formulación de políticas de desarrollo, 1998.

– Leff, Enrique, “Saber ambiental: Sustentabilidad, racionalidad y poder”, Siglo XXI Editores, México, 1998.

(Fuente: Daily G y col. 1997. Servicios de los ecosistemas. Beneficios que la sociedad recibe de los ecosistemas naturales. Tópicos en Ecología. Sociedad Americana de Ecología).

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