“Hacer lo que a uno le gusta con todo el corazón”

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Las semillas que plantó el abuelo…

De la mano de su abuelo, Juan Agustín Piva se sumergió en el hechizo de la isla. Actualmente está haciendo una tesis sobre sauces, enseña huerta orgánica y está decidido a ser feliz.

 

Que un joven elija una profesión por influencia de su padre o madre es bastante común, pero que sea un abuelo trabajador quien lo haya motivado, es doblemente emocionante: “Mi abuelo vivió en la isla y me partió la cabeza, a todos los nietos nos enseñó lo que es la vida allá, es como otro tiempo, otra visión del mundo y esto me motivó para estudiar agronomía”, dijo Juan Agustín Piva, Pitu para los amigos.

“Siempre me interesó saber de árboles porque lo asocio a la isla”, contó Pitu, que actualmente se encuentra haciendo su tesis sobre sauces. “Hay dos lugares en la isla para plantar árboles: el albardón y el bajo o pajonal. En el albardón va el álamo y en el pajonal el sauce que tiene la particularidad de que se corta una vara, se planta y echa raíces. Después hay que esperar 15 años para que sea productivo. Eso acá, porque en Suecia, donde los árboles crecen muy lentamente por el frío, tardan 50 años, es decir que plantan ahora para que los aprovechen los nietos”.

Los árboles que plantó el abuelo de Juan – naranjos, ciruelas – aún están en pie, pero sólo ven las aguas correr porque “no hay una política que incentive la producción. A mi abuelo le pagaban 10 centavos las 5 naranjas y ahora están pagando 30”, comentó. Artemio Valenti – el abuelo de Pitu – hasta la década del 90 estuvo produciendo frutas, pero ya nadie trabaja su quinta, incluso “no se puede seguir haciendo lo mismo porque no se puede vender en el puerto, hay que hacerlo desde la embarcación porque no dejan bajar a tierra. Hay trabas que desmotivan a los productores”, reiteró.

En la actualidad, además de dar clases de huerta orgánica, Juan está realizando “un curso de manejo de rodales forestales”, pero encuentra dificultoso trasladar esos conocimientos a la isla, por un lado porque están pensados para producir en tierra y por otro “porque incorporar nuevas formas de producción en la isla cuesta mucho, es difícil cambiar el esquema productivo de personas grandes. Es más interesante sentarse a escuchar lo que ellos saben” y comentó que algo que siempre le interesó de los isleños es que saben injertar muy bien, “tengo pendiente hablar sobre ese tema con un vecino de la quinta de mi abuelo. De esa generación queda muy poquita gente y una vez que ellos no estén más, todo ese conocimiento que desarrollaron, se va”.

Y si bien su recuerdo está teñido de cariño, tampoco es acrítico: “Hay que aprender mucho de la generación de mi abuelo, pero no hay que repetirla porque también se las mandaban, por ejemplo tiraban la basura al río y eso no está bien. Hay muchas cosas para corregir y eso es tarea de nuestra generación”.

Además del interés por los árboles, del gusto por el cultivo de la huerta, del respeto por el conocimiento de los mayores, Artemio Valenti le dejó a su nieto el mejor de los legados: “Mi abuelo era feliz y uno se olvida de eso. Lo que rescato de él es vivir la vida. Hacer lo que a uno le gusta con todo el corazón”.

A todos los nietos les recordamos que el 3er. domingo de agosto es el día del abuelo y la abuela. Para ellos y ellas, que supieron soportar sudestadas, todo nuestro reconocimiento.

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