Saber más para comer mejor

Contra el hambre, derecho a la alimentación. Desde 2008, en la Facultad de Derecho de la UBA, se dicta el Seminario Interdisciplinario sobre el Hambre y el Derecho Humano a la Alimentación Adecuada. Nutrición adecuada/inadecuada; problemas en el circuito alimentario; vinculación con políticas públicas; herramientas para modificar el estado de situación, son algunos de los temas que allí se difunden y discuten.

 

Dicen que un día, una mujer, caminando por un bosque, encontró una cabaña que echaba humo. Curiosa, entró. Del techo pendían pescados, uno cayó y golpeó a la mujer que lo tomó y lo colgó. El pescado volvió a caer y la mujer se enojó y golpeó al pescado contra el fuego y lo golpeó tanto que estuvo a punto de apagarlo. En ese momento, apareció un hombre misterioso que se sentó junto a ella y le explicó que el fuego servía para cocinar. Ella preguntó qué era eso. El hombre, entonces, le enseñó a la mujer a conversar con el fuego, a dorar los pescados sobre las brasas y a comer, disfrutando.

Así cuenta la leyenda del pueblo tillamook, el origen de los alimentos cocinados, que sirven no sólo para alimentarse, sino también para disfrutar. Sin embargo, la realidad nos demuestra que millones de personas no sólo no pueden disfrutar de los alimentos, sino que no pueden alimentarse adecuadamente, pues los alimentos ya no caen del cielo, hay que comprarlos en los supermercados.

Internacionalmente, el derecho humano a la alimentación fue consagrado en 1948 en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, en el art. 25. En 1966, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales también proclamó el derecho a estar protegido contra el hambre en su art. 11. En 1974, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) definió el concepto de Seguridad Alimentaria: “Derecho de todas las personas a tener una alimentación cultural y nutricionalmente adecuada y suficiente”. En 1996, en el mismo momento en que se realizaba la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, en Roma, la Vía Campesina estableció el concepto de Soberanía Alimentaria: “Derecho de cada pueblo y de todos los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias de producción, distribución y consumo de alimentos, a fin de garantizar una alimentación cultural y nutricionalmente apropiada y suficiente para toda la población”; en 2002, la misma organización (dado que la industria alimentaria está organizada y controlada por la Organización Mundial del Comercio) reformuló la definición anterior: “Derecho de los pueblos a definir sus propias políticas sustentables de producción, transformación, comercialización, distribución y consumo de alimentos, garantizando el derecho a la alimentación de toda la población”.

Como se ve, existen muchos derechos y declaraciones, pero el hambre no está recluida en el museo, entonces, para “ofrecer herramientas que puedan modificar este estado de cosas tan desdichadas, surgió el Seminario Interdisciplinario sobre el Hambre y el Derecho Humano a la Alimentación Adecuada”, explicó el Dr. Marcos Filardi, docente a cargo del Seminario que se dicta en la Facultad de Derecho de la UBA, desde 2008.

 

Comer cualquier cosa, no!

Alimentarse no es, simplemente, ingerir alimentos, es un hecho social, que atraviesa toda la vida. “La alimentación es una producción social y al mismo tiempo produce relaciones sociales, en consecuencia, vemos la alimentación desde muchas disciplinas: biología, antropología, nutrición, economía, agronomía, psicología y, por último, el derecho”, señaló Marcos.

Todas estas miradas se focalizan en garantizar “el derecho a la alimentación adecuada que es mucho más que eliminar la desnutrición aguda”.

¿Qué significa “adecuada”? – “¿Alcanza con llenar el estómago de los hambrientos con cualquier cosa? No. La alimentación adecuada es aquella que satisface los requerimientos nutricionales, que está libre de sustancias nocivas, es decir que los alimentos son buenos para comer y no buenos para vender, que es apropiada a los hábitos alimentarios de la población. En síntesis, que sea cualitativa, cuantitativa y culturalmente adecuada”.

 

Malnutridos

Con un marco global, se trabaja puntualmente la situación argentina. Hablando de promedios nacionales, en el informe anual de la FAO, dado a conocer en marzo de este año, se establece que Argentina es un país de hambre cero.

“Si hablamos de desnutrición aguda, o sea niños menores de 5 años que no pueden satisfacer la demanda calórica mínima, Argentina no tiene ese problema porque el índice es de 2,3 (fuente: Encuesta Nacional de Nutrición y Alimentación de 2005) y este dato es previo a la Asignación Universal por Hijo que tiene un alto impacto en este sentido. Es decir que, en este tema, Argentina tiene índices similares a países de la Unión Europea. A nivel subregional, podemos encontrarnos con tasas más altas. De cualquier manera sigue siendo un escándalo ético tener una persona con desnutrición aguda”.

El derecho a la alimentación adecuada incluye el concepto de acceso físico y económico a la misma. En este sentido, la concentración de las actividades productivas así como el aumento de los precios – generado, por supuesto, por dicha concentración – hace que los sectores de menores ingresos no puedan acceder a los alimentos adecuados para un desarrollo de vida satisfactorio.

“El problema aparece, por un lado en la desnutrición crónica, ya que se pasa a un 8,8% y, por otro, en el sobrepeso y obesidad, donde tenemos 9,9% en menores de 5 años y porcentajes similares en escolares y población adulta. Esto habla de una inadecuación de la dieta de los argentinos”.

En las 3 áreas que hacen a la alimentación – producción, distribución y consumo – se encuentran problemas que dan origen a esta inadecuación alimentaria.

 

Producción escasa

A partir de la denominada Revolución Verde, proceso que se ha potenciado con la Revolución Biotecnológica – madre de los cultivos transgénicos – los productos de la agricultura se han transformado en un commoditie y los alimentos, en simples mercancías.

En Argentina, con un 56% de la superficie cultivada con soja transgénica, se “ayuda” a: contaminación del agua, degradación de los suelos, emergencia de enfermedades como cáncer o malformaciones genéticas, calentamiento global, etc.

“Además, esta producción de soja desplaza la producción frutihortícola, la producción de leche, de carne de pastura. Esto tiene impacto en la alimentación, porque si hoy quisiéramos aportar la cantidad de frutas y verduras deseables, según las guías alimentarias, no tenemos disponibilidad suficiente”.

Obviamente, según la lógica del mercado, al haber menos frutas y verduras, son más caras, ¿quién puede comprarlas? El que tiene plata. “La antropóloga Patricia Aguirre estudia cómo, desde los 70 en adelante, se han ido generando 2 dietas en función de los ingresos y la clase social. Tenemos calorías, grasas y azúcares baratos y micronutrientes caros. Entonces empiezan a verse 2 dietas, 2 cuerpos y así encontramos personas pobres consumiendo grasas y azúcares y personas ricas accediendo a los micronutrientes esenciales. En consecuencia, tenemos personas pobres obesas y, al mismo tiempo, mal nutridas. Surge la nueva categoría: el obeso mal nutrido”.

Como respuesta y resistencia a estas formas de producción, ha surgido el ProHuerta, un programa de capacitación en la autoproducción de alimentos, liderado por el INTA; asimismo, ferias de semillas criollas, ferias francas, programas de agricultura urbana, múltiples organizaciones sociales, familiares y de campesinos que, a lo largo y ancho del país, luchan contra formas de producción y comercialización propias de la economía neoliberal.

 

Distribución concentrada

El Dr. Marcos Filardi también reflexionó sobre la cantidad de intermediarios que hay entre que se produce la materia prima hasta que llega, transformada, a nuestra mesa. “Ahí aparece el famoso reloj de arena de Raj Patel: muchos productores arriba, muchos consumidores abajo y muy pocos actores, con mucho poder, en el medio. En ese angostamiento encontramos a procesadores, acopiadores, comercializadores, exportadores y, en particular, los supermercados que ejercen un gran poder, fijando precios al productor y también al consumidor”.

En su libro Obesos y Famélicos, el famoso activista británico, Raj Patel, escribió: “Guiadas por su obsesión por los beneficios, las grandes corporaciones que nos venden comida delimitan y constriñen nuestra forma de comer y nuestra manera de pensar sobre la comida”. El clásico ejemplo son los locales del famoso payasito de la M que parece la única opción válida para los niños de las familias de clase media.

 

Consumo dirigido

¿Qué estamos consumiendo?, ¿qué información nutricional tenemos?, ¿cómo se puede pelear contra los mensajes que bombardean permanentemente los medios de difusión?

“Debemos estar atentos a los contenidos que se bajan a través de la publicidad. Una madre puede estar muy contenta porque puede comprar el postrecito de la publicidad para su hijo, pero ¿cuánto realmente lo alimenta?”.

Es imposible negar que el consumo de alimentos está impulsado por la publicidad, por eso el Dr. Filardi preguntó: “¿El Estado debe incidir en los contenidos que transmiten los medios de comunicación?, ¿puede regular los contenidos de la publicidad alimentaria?, ¿hasta qué punto elegimos lo que comemos o es el complejo agroindustrial el que elige por nosotros?

Para saber y reflexionar más sobre el tema www.derechoalaalimentacion.org

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