Valle de Viñales, Paisaje Cultural de la Humanidad

Ecoturismo en la provincia más occidental de Cuba. Tierras rojas, vegetación autóctona, cultivos tradicionales conforman un paisaje que seduce con sus variaciones cromáticas según la posición del sol. Se pueden visitar las vegas tabacaleras, granjas orgánicas, cuevas y, a pocos kilómetros, playas de aguas cristalinas y arenas blancas.

 

        Rodeado de cadenas montañosas, el valle de Viñales, en Cuba, atrapa al turista con paisajes que conjugan la mano del hombre y una naturaleza serena y sorprendente que invita a descubrir cada uno de sus multicolores rincones.

        Declarado Paisaje Cultural de la Humanidad, en 1999, por UNESCO, viajeros de todo el mundo llegan allí por su riqueza paisajística y por la hospitalidad de su gente.

        Ideal para hacer senderismo, ciclismo, avistamiento de aves, espeleoturismo y, en general, todas las formas del ecoturismo, Viñales ofrece también, a lo largo de su calle principal – Salvador Cisneros – gran variedad de restaurantes donde se puede disfrutar de la típica comida criolla como de platos vegetarianos de exquisita preparación.

        Su nombre lleva a pensar que hay grandes plantaciones de vid, sin embargo esto no es así, aunque sus fundadores, llegados de Canarias en 1843, hicieron el intento. Con el fracaso en el corazón, probaron con el tabaco y eso, sí, fue extraordinario: Viñales, junto con San Luis y San Juan, conforma lo que los cubanos llaman “el triángulo del tabaco”, lugar de donde sale el mejor tabaco del mundo.

 

Naturaleza y cultura tradicional

        Desparramados aquí y allá por el valle, los mogotes – conformaciones cárcicas emergidas durante el período Jurásico – son elevaciones de cimas redondeadas, totalmente cubiertas de palmeras, pinos, encinas, enredaderas y arbustos, que ocultan cuevas y cavernas.

        La Cueva del Indio, con múltiples estalactitas y estalagmitas, tiene el atractivo de estar atravesada por un río, que se navega en una pequeña lancha hasta salir por una gran abertura, semioculta por abundante vegetación. Por otro lado, la caverna de Santo Tomás – uno de los sistemas cavernarios más extenso de América Latina – exige al visitante subir por un camino de ladera empinada y serpenteante, rodeado de vegetación siempre verde y múltiples especies de aves, entre ellas el misterioso ruiseñor y el sinsonte, famoso por la canción de Silvio Rodríguez: “Si no creyera en la locura de la garganta del sinsonte”. La caverna tiene varias aberturas que permiten apreciar el valle y ya en el interior más profundo, van apareciendo enormes cavidades que, a la luz de las linternas, se agrandan o achican según se vaya aventurando el caminante. Sorprendentemente se puede encontrar alguna plantita, que pudo nacer gracias al guano de los murciélagos, elevándose unos centímetros del suelo en busca de luz; inversamente, desde el techo de la caverna cuelgan extensísimas raíces que han logrado penetrar la conformación arcillosa.

        La ladera de un mogote ha servido para que el muralista Leovigildo González – discípulo de Diego Rivera – hiciera allí un fresco de 120 metros de alto por 180 de ancho. En el Mural de la Prehistoria se pueden observar los animales que habitaron esa zona hace miles de años, pintados con unos pocos tintes naturales que son retocados cada 6 meses.

        Viñales es una zona de microclima, donde llueve con frecuencia, por lo cual, entre mogotes y flora autóctona, también es posible apreciar un tradicional paisaje agrícola: arados tirados por bueyes preparan la roja tierra para plantaciones de yuca, malanga, piña, plátano, frijoles y arroz, que, además de formar  parte de la economía del lugar, constituyen la dieta típica del cubano.

        Una gran riqueza, económica y cultural, ofrecen las vegas tabacaleras. Allí se han conservado las formas tradicionales, no sólo de cultivo, sino también de preparación de la hoja de tabaco: en pequeñas o grandes extensiones, las plantas son cuidadas artesanalmente y, una vez recolectadas las hojas, serán puestas a secar, ya sea al aire libre o en los bohíos, construcciones con paredes de tablas de pino y techos a dos aguas, armados con  hojas de la palma real (el árbol nacional de Cuba). En la penumbra del bohío, las hojas van adquiriendo un color amarronado y el olor del tabaco se va haciendo cada vez más intenso. Después de vender el 90% de la producción al Estado, los vegueros hacen, con el 10% restante, sus propios puros, a los que saborizan, por ejemplo, con canela o ron. El mejor tabaco del mundo va hacia Pinar del Río o La Habana, donde se fabricarán, también de manera artesanal, los famosos puros Partagás, Cohiba, Romero y Julieta, Montecristo.

        La zona de Viñales está libre de contaminación, por eso todo lo que allí se produce es orgánico; como dicen sus habitantes, “el que viene a Viñales sabe que llega a un lugar limpio, sano y agradable”.

        El invierno de Cuba es tan benévolo, que atrae tanto a los habitantes del norte como a los del extremo sur. En Viñales, por la madrugada, puede haber menos de 15°, pero durante el día, la temperatura sube los 20°, de ahí que el lugar esté lleno de europeos y canadienses, que por las noches cenan en las galerías de las casas transformadas en restaurantes o en hospedajes. Esas galerías dan hacia las calles y están cerradas por rejas bajas, formándose de esta manera un lugar diferenciado, pero también integrado al espacio público.

        Para hospedarse, nada mejor que una casa de familia, atendida con esmero y amabilidad, donde, además de preparar los platos criollos, saben las medidas exactas de cada uno de los ingredientes de los típicos tragos cubanos: el cuba libre y el mojito. “El mojito criollo lleva un poco de azúcar, hierba buena, limón, hielo, agua gaseada y ron. El azúcar hay que macerarla con la hierba buena, no hay que ponerle mucha azúcar porque queda muy dulce, tampoco mucha hierba buena porque queda amargo, tampoco mucho limón, porque se puede convertir en una limonada. Quiere decir que hay una medida justa. El ron debe ser Havana Club Añejo Blanco”.

        Para seguir con la gastronomía típica, bananas y yucas fritas y, para el que come carne, ropa vieja.

        Los amantes del mar pueden darse una vuelta por las playas cercanas a Viñales, cayo Levisa y cayo Jutía, dos paraísos rodeados de aguas turquesas. Un paisaje paradisíaco y Silvio Rodríguez, ¿qué más?

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