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Mientras su abuela hacía retratos, Marina Cejas se sentaba a su lado y también ella iba dibujando con su manito de 4 años. Fue creciendo y sus lápices de niña se convirtieron en pinceles; su abuela, un día, dejó el caballete y Marina se levantó de su sillita y ya no hubo ni rincón ni material que sus manos no transformaran en una bella obra.
La vida la llevó a Brasil, a España y, hace ya 20 años, recaló en la isla y el amor la unió a Gustavo Escalante. Ahora, entre los dos, hacen realizaciones artísticas: cuadros, esculturas, carteles, escenografías, títeres, móviles, juguetes.
“Nos piden de todo y nosotros nos ingeniamos para ver cómo lo hacemos”, explicó Marina, quien atribuye esta versatilidad a una profesora: “Tuve una profesora que nos dijo ‘existe el artista de caballete y también el artista que aplica lo que sabe en un diseño de ropa o en una taza. No se limiten’. A mí eso me quedó. Por eso yo hago de todo, porque lo estético se puede aplicar a todo”.
Un ángel para el Capitán
La bruja del Sarmiento, Indiana Jones, el Valentín de la juguetería Fort-Da, el ángel del río Capitán son todas esculturas realizadas por Marina y Gustavo.
“Mucha gente se sorprende cuando nos conoce porque no tienen idea de que hicimos, por ejemplo, la bruja del Sarmiento”, dijo Marina, mirando a Gustavo, que aseveró con su silencio.
En el fondo de un arroyo que se va angostando, hicieron su casa: “Es la escultura más grande que hicimos”; allí viven y trabajan y como todo lo que hacen, los apasiona, los días son un entrevero de desafíos y logros. “Al nene que está en Río de Janeiro y Rivadavia, frente a la juguetería Fort-Da, le hice una cabeza gigante con cartapesta, porque iba emparejando y emparejando. Después de horas de trabajo, la deshice porque no me gustaba y, de repente, vi un bidón de agua que pasaba por el río y dije ‘así es la forma’ y salió”.
Así son la mayoría de sus trabajos, pues, como dijo Gustavo, ellos hacen “cosas raras para gente normal”. Y un día apareció una vecina pidiendo un ángel. “Como tiene que soportar los vientos del río Capitán, tiene una estructura de hierro. Las alas están hechas en alambre de aluminio; la cabeza está modelada, trabajada con mucho detalle, aunque no se ve porque está muy arriba”.
El ángel mide 2 metros, costó mucho sacarlo por el angosto arroyo; finalmente, llegó a destino: una grúa lo subió a 7 metros de altura. Y allí está, todos los días cabalgando el viento y tocando su trompeta para que lo escuchen todos los ángeles del mundo y del más allá también.
Como Marina tiene aún mucha obra por hacer, siguió con su mirada un bote para el que ya está fantaseando un mascarón de proa.
Foto: Colocación del ángel con grúa
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