Homenaje al escritor y a los socios que lo inspiraron

Lectura de una novela inédita de Haroldo Conti en el TBC. Con la intención de generar un espacio de archivo y memoria, Ramiro González Gaínza y Sebastián Coqui Graham armaron un primer encuentro el 31 de mayo. El marco de la lectura de fragmentos de Ligados, la novela inédita de Conti, fue un emocionante relato que los interesados podrán leer en Recuperando Historias, el libro editado por el TBC.

 

Sábado 31 de mayo. La tarde estaba fría, así que acudir al quiet room del Tigre Boat Club (TBC) a participar de la actividad cultural prevista para las 18.30 hs., era una propuesta interesante, mucho más ya que de Haroldo Conti se trataba.

Un espacio muy acogedor fue recibiendo a los socios que no paraban de llegar. Café, escones, conversaciones que se cruzaban y la grata compañía de un perro (Orquilla) que estaba atento a las miguitas que podía pescar.

Por fin, los organizadores – Ramiro González Gaínza y Sebastián Coqui Graham – anunciaron: lecturas, música y una proyección de fondo. Y la incógnita – al menos para esta redactora – continuaba: ¿qué relación tuvo Haroldo Conti con el TBC?

“Conocíamos el mito de que Haroldo Conti había sido socio de este club”, empezó señalando Ramiro, que desenredó una historia con personajes reales e imaginarios: John Brockwell, Bea D’Antoni, Haroldo Conti, Gregory Dean, el río, los arroyos, el delta. Y sí, Haroldo Conti fue socio del TBC y una novela, inédita, surgió de allí: Ligados.

“Gregory Dean solía remar con una de las tablas del piso, la de proa, en lo cual había adquirido cierta habilidad. Fuera de esto, su deporte favorito era el bar. A cierta hora de la noche, cerraba las puertas y se entregaba a estrepitosas sesiones de gin tonic”.

Entonces se fueron sucediendo fragmentos de esa novela, leídos con voz potente por Claudio Arce, intercalados con la atrapante música del saxo, a cargo de Coqui Graham. “Eligió temas del 50, que es la década en que Conti escribió Ligados”, explicó Ramiro. Y los paisajes del delta, con alguna imagen fugaz de Conti, acompañaron la música de Coqui y la imaginación de los presentes.

“Estaban dragando la boca del Abra Vieja. Y aquella tardecita de noviembre, después de haberse bañado en el río, subió al bote y, fumando Avanti, volvió al Luján. Casi dejándose llevar por la corriente, comenzó a subir para San Fernando”.

“Cuando armamos la actividad, pensamos que iban a venir 15 personas y se juntaron más de 80”, contó Ramiro, que especificó: “Esta fue la fundación de un espacio de archivo y memoria que abrió una línea editorial a partir de un hecho significativo de la cultura nacional. Nuestra idea es recuperar la historia de la institución a partir de la mirada de diferentes actores”. Y compartió con nosotros una “rareza”: “En el armado de esta actividad no pudimos encontrar fotos de John Brockwell, que, quizás, sea el socio más significativo del siglo 20 de este club. Esto denota que la historia muchas veces queda olvidada y que la institución no tiene un archivo donde guardar el acervo cultural”.

Los participantes aplaudieron (las lecturas, la música y también la idea), hicieron preguntas, pidieron una nueva fecha “como si esto fuera un ciclo de recitales”, lamentaron no poder leer sus propios escritos. Es decir que el entusiasmo se impuso, por eso los 2 o 3 encuentros anuales que los organizadores tienen pensados, seguramente serán desbordados por las propuestas y las ganas de leer ese otro libro que está en las puertas de la edición que relata la travesía de Richi Proam desde las aguas del Luján hasta Montevideo.

Ya que los propulsores de esta actividad buscaron relacionarla con la cultura nacional y, al mismo tiempo, homenajear a Bea y a John, vaya para ellos y para todos los que saben compenetrarse con la naturaleza, el hermoso comienzo de La Balada del Álamo Carolina: “Uno piensa que los días de un árbol son todos iguales. Sobre todo si es un árbol viejo. No. Un día de un viejo árbol es un día del mundo”.

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